jueves, 18 de junio de 2009

LA APUESTA POR EL FÚTBOL


Reflexiones de un Cazatalentos (3)

Por: Agustín Garizábalo Almarales

A propósito de Factor XS, alguna vez, hace algunos años, estaba mirando yo ese programa por televisión y me pareció muy buena la actuación de un chiquillo y pensé: “ese niño clasifica”. Pero no, le dijeron que no. Después vino otro y le pasó lo mismo. ¡Carajo! Y ¿Cómo es la cosa? ¿Qué están viendo esos jurados?- exclamé. Estaba sorprendido, además, porque me consideraba un buen cazatalentos y sin embargo…

Juan Carlos Coronell, uno de los evaluadores, le dijo al chico: “Pues la verdad, tú cantas muy bien, pero lo haces muy parecido a un artista reconocido; pero ¿en dónde estás tú? ¿Qué puedes mostrar que sea diferente a los demás?”…

¡Caramba!...Así que era eso. Me puse a reflexionar profundamente sobre mi labor y encontré que, ¡claro!, de eso se trata: el verdadero talento tiene que ser el diferente, el que tenga una cualidad especial, ese valor agregado que es lo que la gente va a buscar cuando asiste a los estadios.

Pero, ¿cómo hacer para conciliar esa idea con las aspiraciones de los técnicos? Porque esta sí es grave: Uno cómo entrenador -y que conste que yo fui entrenador- mira el fútbol a partir de las falencias. Va uno entusiasmado donde un director técnico a preguntarle por un jugador que le ha recomendado y el técnico se queda cavilando todo grave y sombrío para finalmanete decir: “La verdad, no lo hace mal. Tiene sus cositas, pero le falta ser más combativo, no pelea una pelota, anda bajo de físico, abusa mucho de la individual, es medio flojo y falla a los entrenamientos…pero ahí va”.

Hummmm, queda uno viendo un chispero y se pone a pensar: “Bueno, si ese muchacho fuera perfecto ya estuviera jugando en Italia”. Porque lo más complicado es eso: que generalmente los jugadores más difíciles, más díscolos, más desorganizados, son los talentosos. ¿No ve que ellos creen que tienen la llave para abrir todas las puertas? Todo lo quieren resolver sólo con su talento; entonces, ¿Para qué esforzarse? ¿Para qué correr?
-“Qué corran otros”- piensan.

¿Que hacer abdominales? Me escondo. ¿Que carrera continua? Me enfermo. ¿Que flexiones de brazos? No puedo porque tengo que estudiar. Los lunes es el día cuando los talentosos se convierten en buenos estudiantes, qué casualidad. Pero así son ellos y los entrenadores deberían saberlo. Porque ese es el verdadero trabajo: Convencer a ese muchacho para que adquiera unos hábitos deportivos y organice su vida para que pueda mostrar y vivir de su talento. Y por eso es que tienen empleos los profes: si todos los jugadores de fútbol fueran unas mansas palomas, bien disciplinados, correctos, serios, puntuales, asertivos, concentrados, pulcros, instruidos para jugar, los técnicos no tendrían trabajo; el presidente del club dirigiría ese equipo. (¡Con lo que le gusta figurar!). Pero en el fútbol no es así: ¡Hay que camellar, señores!

Otro asunto, y debemos decirlo, es que la situación del entrenador es bien complicada: (sin tratar de disculparlo por supuesto). Puede ser el instructor de una escuelita de barrio pero siente la presión de que tiene que ser campeón; lo presionan los directivos que lo amenazan expresamente con no pagarle, lo amenazan los fanáticos que le gritan bruto, lo amenazan los padres de familias que se resienten porque no meten de titular a su hijo, y los papás de los titulares porque sacaron a su bebé para meter a un minusválido. Entonces, a estos pobres señores les toca bailar con la más fea: si se ponen a proteger al talentoso, con todos y sus defectos, se le viene el mundo encima. Que cómo, que cuándo, que quién dijo.

Mire que a veces por eso proceden de cierta manera y hasta con razón. Ser técnico de fútbol ahora supone entonces una alta cuota de valentía. El técnico tiene que atreverse a apostarle a algo más concreto y duradero que el simple trofeo al final de la temporada. Conozco a entrenadores que nunca han ganado un torneo, pero son los tutores de varios muchachos que han sobresalido en el fútbol profesional. Que yo sepa ningún técnico de menores se ha hecho famoso por los campeonatos ganados en sus barrios. En cambio, sí por los jugadores que han sacado.

Esta es una anécdota para analizar: En cierto torneo internacional, un técnico de divisiones menores de un equipo profesional puso a jugar a un muchacho en el segundo tiempo y el pelao se puso a hacer unas fantasías y unas piruetas como las de Ronaldinho y eso fascinó a un dirigente del club que andaba por ahí; este señor fue y les contó a los otros directivos: “Vengan a ver a este muchacho tan espectacular que trajeron”. Claro, lo dijo con esta expresión tan romántica en los ojos: ( ¡$$$$$$!...) Al día siguiente fue la directiva en pleno ¿y el pelao? Preguntaron. No lo pusieron a jugar, es más, lo mandaron a la tribuna. ¿Que cómo así? Fueron a preguntarle al técnico. Y este dijo semejante joya: “Lo envié a la tribuna porque ese chico es un irresponsable; ¿no ve que ayer se puso a hacer unas maricadas y perdió una pelota y casi nos cuesta un gol?”

Puede, sin embargo, que tenga algo de razón; porque, si de verdad hubiesen hecho aquel gol y el equipo no llegaba a la final, los mismos directivos que estaban allí, ansiosos ahora por ver a ese crack, hubieran descabezado sin misericordia al técnico por haber alineado a ese jugador tan irresponsable.

Luego, sugerimos que el primer gran paso para manejar situaciones controversiales como estas, debe ser el de ponerse de acuerdo en ese aspecto tan fundamental de saber a qué se le apuesta.


agarizabalo@hotmail.com

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