viernes, 30 de mayo de 2008

EL FÚTBOL DESDE ADENTRO

Por: Agustín Garizábalo Almarales


“Estadísticamente son más los que
Renuncian que los que fracasan”
- Henry Ford

Me escribe un lector en tono de reclamo diciendo que a veces soy muy duro en mis artículos, especialmente cuando hablo de los entrenadores de fútbol aficionado. Dice que me resulta muy fácil criticar tras bambalinas, que tal vez he asumido la posición de sumo sacerdote y se pregunta si no habré tenido yo todos esos defectos que comento de mis colegas.

¡Por supuesto que sí!... Precisamente la materia prima de mis escritos son mis vivencias. Si mis reflexiones tienen algún mérito es que son fraguadas desde adentro, desde el fútbol mismo. No he tenido necesidad de inventar nada, sólo consignar lo que veo a diario, lo que he experimentado, lo que he sentido, lo que me dicen algunos amigos cercanos. Y me gusta ponerme en los zapatos de los otros actores del fútbol: Qué piensan los padres, los entrenadores, los directivos, los jugadores, los fanáticos.

En tantos años dedicados al fútbol, he tenido la oportunidad de desempeñarme en diferentes roles, desde asistente de campo, director técnico, coordinador general, delegado, asesor, consultor, expositor, integrante de comisiones técnicas, actualmente cazatalentos (veedor) y, en ocasiones, hasta periodista deportivo. Así que, el valor agregado es que he estado metido allí, mis experiencias son, por tanto, de primera mano.

Y cuando voy a escribir sobre los entrenadores al primero que miro es a mí mismo, mi propio desempeño, remitiéndome a épocas pasadas, no muy lejanas. ¿Qué hice durante todos esos años? ¿En qué me equivoqué? ¿Cuántos errores fueron aleccionadores?... El sentido común indica que los ganadores tienen muy poco que contar. Somos los que hemos fracasado muchas veces los que podemos contar la historia gruesa.

Esos ensayos fallidos, esos “Si yo hubiese hecho esto o lo otro”, ese quedarse en vela hasta el canto de los gallos, impávido, pensando: “Cómo no me di cuenta, qué estúpido”. Cuántas veces no atropellé con palabras, sutiles o evidentes, a un alumno o a un padre de familia, cuántas veces me dejé tentar por la soberbia de decir “Yo soy el que manda aquí”, cuántas veces no cree falsas expectativas, cuántos errores cometí creyendo que actuaba con buena intención. Cuántos partidos perdí por mi terquedad, por no ver más allá de la situación inmediata, cuántas veces me acomodé para quedar bien con otros aunque no estuviera convencido de que hacía lo correcto.

Como decía Borges: “El perdedor posee una dignidad que los ganadores no son capaces de comprender”. Es esa sensación tan común, pero pocas veces reconocida, de saberse inútil y miserable cuando todo se cae y la gente a tu alrededor te mira como a un estúpido; o ese pánico que te atenaza cuando termina el primer tiempo de un partido y vas perdiendo por goleada y no tienes ni idea de lo que vas a decir o lo que vas a hacer cuando entres al camerino; ese vacío irremediable en el estómago, ese trágame tierra, pero también ese acto sublime y respetable de sacudirse y seguir para adelante, sacando fuerzas de flaquezas como si nada, y con una seriedad y tranquilidad rayanas al descaro. Bien he podido comprobar que una de las fuentes de la sabiduría es asumir con inteligencia los desaciertos. Pero, bueno, adquirir consciencia de esa fragilidad emocional es lo que nos hace más humanos. En palabras de Wiston Churchil, “El éxito no tiene que ver con ganar todas las veces, sino con mantener el entusiasmo, pase lo que pase”.

Otro lector me dice que yo caigo en el mismo error que muchos: echarle la culpa a los jugadores cuando las cosas salen mal. Indudablemente todos los que estamos metidos en esta actividad tenemos una cuota de responsabilidad, mayor o menor, pero no se puede caer en el extremismo de exonerar por ello a los jugadores del compromiso que tendrían que asumir. Siendo el ente más importante del fútbol, les corresponde hacer un cambio de concepción esencial si no quieren correr el riesgo de caer en las fragilidades propias de esta profesión.

Y no trato, de ningún modo, de buscar culpables, sino, más bien, de describir la realidad actual y presentar posibles soluciones, o por lo menos despertar algunas inquietudes entre los lectores, que se estimulen a investigar, controvertir, buscar nuevos conceptos. Nos quejamos con frecuencia de que nos falta capacitación, de que no tenemos un espacio para expresarnos, de que el fútbol aficionado no tiene dolientes; pero aquí nos han permitido, y se lo agradecemos al director del periódico y a los editores de la revista, una página semanal para hablar de ese “otro” fútbol, ese que “casi no vende”, como se dice en ciertos círculos, ese hermano menor mongólico que a veces hay que sacar a pasear.

Alguien me escribe diciendo que yo que voy a decir, si tengo parte de culpa en la problemática actual del fútbol de la costa, porque me “llevo” a los jóvenes talentosos de la región. Pero resulta que ese es mi trabajo: buscar a excelentes jugadores para un club profesional del Valle del Cauca que ha creído en los nuestros. Pienso que la Costa Caribe produce suficientes buenos jugadores para que los clubes costeños se armen con elementos propios de la región y siempre alcanzará para nutrir, no sólo al club para el cual trabajo, sino al resto de equipos rentados del país; eso, indudablemente, mejoraría la calidad de vida de nuestros jóvenes y sus familias.

Para el caso específico del Deportivo Cali, quizás nuestros jugadores han sobresalido, no tanto porque yo me haya llevado a los mejores, como con frecuencia se dice o se piensa, sino porque, habiendo recomendado buenos muchachos y buenos deportistas, allá les han invertido en trabajo, alimentación, formación óseo-muscular, competencia de nivel, etc. y eso termina mejorándolos necesariamente, adquiriendo ese plus que justifica el proceso.

Lo que queda en limpio es que soy un convencido de las capacidades de nuestros jugadores y apuesto por ellos, desmintiendo aquello de que el talento por acá escasea, o que el costeño es desordenado. Hay que buscarlos, eso sí, y hay que encontrarlos, también. Pero de que los hay, los hay. Yo creo que en nuestro medio siempre habrá jugadores tan buenos o quizás mejores que aquellos que se han ido para otras ciudades, pero hay que hacerles la inversión que corresponde y habría que quitarle ese halo de misterio y de magia al asunto: los que yo me he llevado, por ejemplo, no son de otro mundo, han alcanzado cierto nivel de figuración porque los han trabajado de manera diferente.

Por último, quiero agradecerles a todos esos lectores que se han tomado el trabajo de enviarme un comentario, una crítica o una sugerencia. Hasta el siempre inconforme “Callejero”, amparado en su ácido anonimato, nos ha hecho reflexionar con sus apuntes y son bien recibidos. Quiero resaltar, además, el apoyo invaluable de amigos como Leonel Otero, Helmuth Wenin, Gustavo Quintero, Edinson Barceló, Darío Pacheco y el profesor Luna, entre otros, quienes siempre me abordan para sugerirme temas para mis columnas. Y el magnífico aporte en la corrección y revisión de mis textos del acucioso José Villarreal Gravini, sin el cual esta labor habría resultado muchísimo más dispendiosa.

Me he permitido esta licencia de escribir con el corazón en la mano, porque sentía la obligación de hacer catarsis. Aquí no se trata de tener la razón, o de dar cátedra. Menos de ganar la partida. Acepto que escribo a partir de mis errores y dudas, pero soy consciente de la necesidad de construir un banco de reflexiones acerca de nuestro fútbol aficionado, tejido y forjado desde adentro, desde el mismo centro de la pelota y del alma de los humanos que van tras ella.

Si desea hacer un comentario o enviar alguna sugerencia escriba a agarizabalo@hotmail.com

Publicado en el Heraldo Deportivo - Mayo 27 de 2008.

PEQUEÑOS DETALLES QUE MARCAN DIFERENCIA

Por: Agustín Garizábalo Almarales

Cuando se mira desprevenidamente un partido de fútbol no se tienen en cuenta algunos factores que pueden ser decisivos en la consecución o no de un resultado y sin embargo, quizás por desconocimiento o porque se piense que hay elementos más importantes dentro del juego, como los movimientos tácticos, la capacidad física de los jugadores o la actitud de los mismos al encarar la competencia, no puede uno explicarse por qué un equipo dominador en todos los terrenos falle en la puntada final, en la ejecución de un centro o en alguna jugada que se dice, era más fácil “meterla que botarla”.

Queremos detenernos esta vez en esos detalles que hay que observar en su oportuno momento para sustentar las razones de por qué aquél equipo no ganó un partido y no le echemos simplemente la culpa al árbitro o a la mala suerte. Son pequeños detalles que marcan diferencia y tienen que ver con uno de los aspectos más descuidados en el fútbol de formación: la correcta ejecución de los gestos técnicos y el momento exacto en que deben ejecutarse. Porque, se piensa, muchas veces, y de manera errónea, que la inteligencia técnica siempre es innata en el jugador y entonces el entrenador no se detiene a observar esas acciones, en apariencia tan insignificantes, sino que se cuida más bien de estar haciéndoles indicaciones tácticas a sus jugadores o de gritarles barbaridades durante el partido. Veamos algunas de esas acciones:

El centro: Lanzan un pelotazo al costado y un delantero entra bien en la jugada, pero llega al fondo y centra mal, de tal forma que el balón pega en el costado de afuera de la malla o sale terriblemente desviado. Abucheo del público.

¿Qué pasó?... Generalmente ocurre que el jugador va por el esférico en línea recta, de tal forma que, en el momento en que va a efectuar el centro, su pie de apoyo no esta apuntando hacia el arco y entonces, la pierna ejecutante tendrá que hacer un giro de casi 90 grados, lo que sin duda, le quitará precisión y plasticidad al gesto. En el fútbol, el pie de apoyo es el que indica la dirección hacia donde va a ser enviado el balón.

¿Qué debe hacer?...Dirigirse a la pelota realizando una pequeña “curvita” sobre la misma, ya que así garantiza que su pie de apoyo apunte hacia el centro del área que es hacia donde se quiere enviar el esférico. Luego, en el momento del impacto, deberá soltar totalmente la pierna ejecutante y extender los brazos, para que el lanzamiento salga con la potencia adecuada. Favor observar a los brasileros.

Enfrentar al arquero (1):
Otro pelotazo y sale un delantero con ventaja sobre los defensas; entre él y la pelota hay dos metros de distancia, y entre el arquero y la bola hay tres. Pero cuando llega a definir encuentra que ya tiene el ángulo cerrado y se pierde otra oportunidad.

¿Qué ocurrió?...Analicemos varios factores: Cuando el delantero sale a buscar la pelota generalmente corre hacia ella mirándola fijamente (se deja seducir), algo que no es necesario en ese tramo de dos metros. Esa distancia el jugador debe aprovecharla para, en fracciones de segundos, ubicarse con respecto al arquero, al área y al arco y deberá resolver a qué va al balón, si le pegará de una vez o avanzará con él. Pero se equivoca el futbolista cuando espera llegar al balón para “pensar” qué va a hacer. Esos segundos son los que aprovecha el arquero para reducir el espacio.

¿Qué debe hacer?... Cuando parte el pelotazo, el delantero mirará la pelota y se ubicará con respecto a ella; en la carrera levantará la cabeza y mirará el arco (también decidirá lo que hará inmediatamente después) y cuando llegue al balón se cuidará de concentrarse fijamente en él escogiendo el sitio exacto donde debe pegarle (técnica de ejecución); en esos momentos su mente tendrá una imagen retenida de lo que, fracciones de segundos antes, había observado con respecto al arco. Allí también se equivocan muchos jugadores, ya que en el preciso momento en que van a pegarle a la pelota, levantan la mirada-¡error!- quizás para ver cómo entra en la red, (manías de observadores que adquirimos todos) y, justo en ese instante, el balón en movimiento se sale del encuadre visual anterior y entonces ya no le pega en el sitio exacto y se pierde lo que hubiera podido ser un lindo disparo.

Enfrentar al arquero (2): Cuando un delantero enfrenta solo, en un mano a mano al arquero, con frecuencia se equivoca porque se dirige en línea recta hacia él (es decir, sin proponérselo lo va a buscar, cerrándose el ángulo). Además, guarda el concepto erróneo de que enfrentar al arquero es “rajárselo”, cuando la idea es que signifique “hacerle el gol”. Una vez tenga esto claro, el siguiente paso es “sacar al arquero de su carril”, o sea, desviar la pelota ligeramente hacia un costado para que el arquero tenga que dar un paso lateral tratando de colocarse en el nuevo carril de la pelota, situación que aprovechará el delantero para tirar el balón al otro costado (donde se encontraba segundos antes el arquero) consiguiendo así su objetivo.

El cabezazo: A veces ocurre que un delantero va a fondo y realiza un centro a segundo palo y aparece un compañero completamente solo y cabecea enviando la pelota a las nubes, perdiéndose una linda oportunidad. Regañamos al jugador porque, no podemos creerlo, nada más era “tocarla” y listo. Observemos bien que quizás el error estuvo en que el delantero esperó la pelota sin levantarse del piso y por eso cabeceó de abajo hacia arriba.

¿Qué tal si se hubiese levantado hasta cierta altura para que su frente alcanzara a nivelarse con la pelota?...Seguramente hubiera podido conectar con mejor dirección su cabezazo. Además, fijémonos en otro detalle: Generalmente nuestros jugadores no atacan la pelota en el cabezazo sino que esperan que ésta les golpee en la cabeza lo que se traduce en una ejecución desacertada y por lo tanto de impredecible resultado.

Nótese que hemos analizado sólo simples situaciones que se conocen en el fútbol como de “gol fácil”, que casi no se entrenan, de las que casi no se habla en las prácticas ni en las charlas técnicas, pero que después se constituyen en una fuente de lamentaciones, porque, terminamos diciendo siempre que perdimos porque botamos unos goles increíbles, y aquí sí se puede aplicar aquello de que los partidos se pierden adelante.

En el entrenamiento con niños es muy importante hacer énfasis en la PRECISIÓN de los gestos, más que en la velocidad y la potencia de la ejecución. Entrenar con exigencia en la Precisión, haciendo correcciones claves, puede convertir la Habilidad en destreza, que es el objetivo esencial del entrenamiento.

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Publicado en el Heraldo Deportivo - Mayo 20 de 2008.

LA DIFERENCIA EUROPEA

Por: Agustín Garizábalo Almarales

Tuve la fortuna de ser invitado por el Deportivo Cali al Torneo Internacional de Gradisca d’lonzo, en Italia. Un torneo juvenil con la estructura de un mundialito de clubes en el que se destacaron, este año, escuadras como Juventus, Émpoli, Nápoli, Milán, Udinese y Sampdoria de Italia, Selección de Estados Unidos, Atlas de México, Borussia Dortmund de Alemania, CSKA Mosca de Moscú, SK Austria Kaernten, Deportivo Cali de Colombia y Atlético Mineiro del Brasil, campeón de las tres últimas versiones.

Ya en la cancha pudimos apreciar a los equipos europeos con su fútbol tradicional de pelotazos largos y juego simple pero de gran fortaleza. Exhiben un trabajo serio, muy táctico y de mucha concentración. Cuando los europeos juegan entre ellos la cancha se cierra a 30 metros, un espacio prácticamente sin fisuras, donde los delanteros están tan alertas como los defensas en la disputa del balón y de paso evitan caer en el fuera de lugar cuando les reducen la cancha.

En el partido ante el Émpoli, uno de los clubes que mejor trabaja sus divisiones menores (de hecho es el campeón actual de esa categoría en Italia), al Deportivo Cali le tocó soportar una aplanadora por la manera en que fue apretado por el equipo azurri. Nuestros jugadores, acostumbrados a recibir el balón primero y pensar después, se sorprendían por el asedio implacable en todos los sectores del terreno. Inesperadamente, un error del arquero contrario permitió que el equipo colombiano empatara y, vale decirlo, después, el cuadro verde se jugaría su mejor partido del torneo remontando el tanteador.

Ahora, aquí sí debemos destacar una diferencia importante: la disposición mental para conservar el orden y apretar y jugar sin interesar el marcador. El Émpoli perdía con el Cali y jamás se descompuso. Nada de ir a alegarle a los árbitros, nada de tirar patadas (fuera de las normales), nada de lanzar pelotazos sin sentido, nada de desordenarse; perdieron finalmente 2 por 1, pero, como se dice, “con las botas puestas”, haciendo su fútbol: la misma propuesta desde los primeros minutos, cuando salieron ganando.

Y, al día siguiente, Nápoli, al inicio del segundo tiempo ya nos superaba 3 a 1, y su planteamiento siempre fue el mismo: dos o tres pases simples, un enganche que atormentaba a la defensa caleña y dos delanteros moviéndose todo el tiempo. ¿Y el resto? Pues, trabajo de equipo, hermano. Ubicación en el terreno, disposición para recuperar la pelota, juego concentrado en un solo objetivo: cumplir. La diferencia europea es todo un paradigma cultural: la necesidad de conservar sus preceptos con rigor, la voluntad de manifestarse de manera económica y simple. En definitiva, para ellos, ganar es NO DESCOMPONERSE.

Tenemos que decir, no obstante, que el Deportivo Cali fue una agradable sorpresa en el torneo. Con ese fútbol alegre, de inventiva, de habilidad propio de los suramericanos, puso la nota refrescante en las canchas y se ganó la simpatía del público, que no entendía cómo un equipo así quedaba eliminado. Cuando salimos para el último juego, ante la Juventus, estábamos clasificados, bastaba conservar el empate mientras en el otro partido no ganara Émpoli.

A pesar de que la Juventus necesitaba ganar para clasificar apostó a su dispositivo de orden conservador, esperó y esperó y en el segundo tiempo capitalizó dos errores de la defensa caleña y se llevó los puntos dejando en el camino a un equipo que tuvo todas las pretensiones de ganar, creando una serie de opciones claras (hasta un penalti) que no fueron concretadas.

Días después pude ver los entrenamientos del Inter de Milán en categorías menores en el “Centro Sportivo Giacinto Faccetti”, y claro, ahí estaba todo: definitivamente priorizan el trabajo táctico. Cuentan con varias canchas de fútbol rápido -así les dicen- y juegan mucho en espacio reducido (5 versus 5, ó 7 versus 7), desmenuzando cada jugada, parando, repitiendo, corrigiendo, analizando movimientos: tienen muy claro que el fútbol es un deporte rico en situaciones complejas y, por lo tanto, lo procesan de manera deliberada.

Thomas Kempe, un veedor del Berder Bremen de Alemania que fue invitado al torneo por el empresario FIFA Helmuth Wenin, nos comenta que, ahora en Europa, aquello de la estatura dejó de ser una condición primordial y se están teniendo en cuenta otros elementos como la rapidez y velocidad y, por supuesto, la potencia. El tema terminó planteándose porque, curiosamente, de los jugadores nuestros que más les llamaron la atención a los veedores, algunos son bajitos.

Vimos también los partidos Juventus-Nápoli (inaugural) y Juventud-Mineiro (cuartos de final) y estuvimos analizando al Prosesto, un equipo filial del Inter de Milán que jugó en su sede un partido amistoso contra el Cali, y me pillé otro detalle: hablan muy poco en la cancha. Están en lo que están, ejecutan. Por momentos hasta se percibe cierto silencio embarazoso en el terreno, parecen mudos; a lo mejor están concentrados en lo que hacen. Muy diferente a cuando uno asiste a un partido de juveniles en Colombia, especialmente en Cali, que hay una gritería enorme y parece como si se estuviera acabando el mundo. Notamos, por ejemplo, que mientras los del Nápoli nos goleaban, los nuestros gritaban y discutían.

Lo del Mineiro del Brasil es un caso excepcional: ha participado en seis versiones y se ha quedado con el título en cuatro oportunidades -tres de ellas en forma consecutiva- y una vez con el subtítulo. Habría que ver cuál ha sido su fórmula. Argentinos Juniors de Argentina es otro de los clubes que ha impuesto su supremacía en cuatro torneos. El Atlas de México, sin embargo, ha participado en doce ocasiones y no ha podido ganarlo. En las 23 versiones que se ha jugado este torneo de manera ininterrumpida, sólo han alcanzado el título cuatro equipos italianos y, en los últimos 16 años, sólo la Juventus se coronó campeón en el 2005.

Renato Damiani, un comunicador barranquillero del programa radial de Carlos Antonio Vélez y quien hace varios años asiste a este torneo de Gradisca, nos contó que, estadísticamente, son muchos más los jugadores que se consolidan en el primer nivel de los clubes del viejo continente, y que han jugado este torneo, que los nuestros.

Al final me queda la sensación de que los equipos europeos toman este torneo más como un ensayo en ese proceso de profesionalización que les aplican a sus jugadores, que por el afán por obtener un trofeo. Probablemente nos toque aprender esa manera de asumir el juego. En nuestros países, cuántas veces hemos dicho lo mismo de dientes para afuera. El problema de fondo es de mentalidad.

Los europeos sí podrían decir aquello de que lo que menos interesa es el resultado inmediato. A ellos les concierne todo lo que pase con los jóvenes, por supuesto, en la medida en que significan la preservación de su acervo, no sólo deportivo, sino social y cultural.

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Publicado en el Heraldo Deportivo - Mayo 13 de 2008.

NOS CUESTA JUGAR CON VENTAJA

Por: Agustín Garizábalo Almarales

En el fútbol, ya se sabe, se pasa con frecuencia de la felicidad a la agonía. Especialmente en torneos cortos donde se juega muy seguido, los estados de ánimo duran a veces menos de 24 horas. Esto ha sucedido en nuestro país en innumerables ocasiones con equipos de fútbol que ganan un partido de fantasía y al siguiente se dice que sus jugadores son unos troncos.

Los fanáticos que regresan a las tribunas a la caza de un nuevo espectáculo, los empresarios que se acercan con sus agendas y los periodistas que deliran anticipando el cielo y, con frecuencia, hasta los propios entrenadores, quedan anonadados y confundidos porque el equipo, después de una exhibición de ensueño en el juego anterior, ha estado totalmente desconocido, y hasta los jugadores parecen otros muchachos. ¿No será que nos los habrán cambiado? se preguntan.

Nadie puede entender qué ha pasado. Sencillamente los jugadores no vinieron. Se quedaron en el partido anterior. Pese a los esfuerzos de los entrenadores por despertarlos del letargo, es muy poco lo que puede lograrse. ¿Cómo hacer entrar en razón a un borracho? Para colmo de males, si el equipo, por un golpe de suerte, sale ganando, pues, mucho peor, porque, paradójicamente, ese hecho podría darle al grupo un plus de autosuficiencia, tan frecuente en mentes inexpertas. Y aquí sí se arma Troya. Todos se paran a mirar, dejan de correr porque sus cerebros no están en el presente, en sus cabezas siguen corriendo ríos de imágenes de otro tiempo y se dispara un mecanismo que paraliza los músculos pero inflama la soberbia.

No se puede creer, por ejemplo, cómo esa defensa que en la tarde anterior estuvo infranqueable, hoy haya sido una coladera con su accionar errático y dubitativo. Y ni para qué hablar de los creativos o los delanteros: apenas son árboles mecidos por el viento, pero en aquello de correr y fabricar jugadas de peligro, nada de nada. La tribuna, irritada, pide las necesarias sustituciones, que esos tipos vayan a robar a otra parte, gritan. Pero, ¿qué ocurre? A los que entran como solución les va peor. En definitiva, una debacle, y todos quedan haciendo cruces, desconcertados.

Luego se suelen elaborar dramáticas reflexiones tras un resultado de este calibre. En torneos cortos, sostener la ventaja viene a ser lo más difícil. Lo que marca la diferencia al final es la regularidad en el rendimiento de los jugadores y si se juega cada día o día de por medio, no es nada fácil. Surgen entonces los interrogantes de rigor: ¿Qué pasó? ¿Será que hicieron daño los elogios? ¿Hubo algunas distracciones? ¿La prensa tuvo algo que ver? ¿O es que se agrandaron y creyeron que ya habían ganado con la camiseta?

Todo es posible. Los técnicos prefieren apuntarle siempre a una falta de actitud adecuada o una suma de distracciones sutiles y culpan a los jugadores de comportamientos irresponsables. Uno de los deportes favoritos de las delegaciones deportivas es la autoagresión cuando las cosas no salen.

Aunque puede ser una inestabilidad inconsciente, Lo cierto es que nos cuesta jugar con ventaja. Todos hemos caído alguna vez seducidos por el triunfalismo. El éxito puede ser embriagante y soporífero si no se es capaz de salir de ese trance. Y más en torneos importantes cuando se juega contra clubes de renombre internacional. Por eso, asistir a este tipo de competencias, en ocasiones, nos regresa a la cruda realidad y nos pone en nuestro sitio. La experiencia no se improvisa, dice el adagio, luego, necesariamente, hay que pasar por ahí. Hay que padecerla.

Pero como en nuestra cultura estamos condicionados para rebuscarnos para el día, caminando sobre el filo de la navaja, y nos gusta el teatro y la tragedia, entonces es preciso el sufrimiento, caer en situaciones límites, nada que nos permita aprovechar la supremacía para seguir en una senda de satisfacción y tranquilidad como tendría que ser, sino que, de alguna manera, perseguimos ese estado de incertidumbre donde el drama y la angustia nos hagan sentir vivos, para querer venir a demostrar después que sí se podía. El problema grave es que esta práctica se vuelve adictiva. Nuestro deber, por tanto, es trabajar sobre ese paradigma erróneo. Piedra de toque y acción clave para un cambio verdadero y sustancial.

También es común caer en la tentación de imaginar que eso sólo le pasa a uno, pero quién sabe. Nosotros, los colombianos, por ejemplo, mientras en el fútbol sigamos apostando a la fórmula de querer controlar el entorno de los jugadores va a ser muy arduo alcanzar logros permanentes, porque el problema no son las mujeres, ni el periodismo, ni los empresarios, ni el hotel, ni el celular. Eso siempre va a estar ahí. “La fiebre no está en la sábana”, decían los abuelos.

El tema es la interiorización de la responsabilidad y esa no se aprende sólo porque se diga algo al respecto, ni porque alguien venga a contarle a uno una historia de dolor y superación. Mientras se apunte al mecanismo policial de estar encima los jugadores, sospechando de todo y de todos, jamás ellos van a adquirir una autorregulación que les permita sostenerse con equilibrio en los momentos de triunfo o de fracaso. Siempre habrá alguna fisura por donde se cuele una distracción. Si el jugador, por sí mismo, no es capaz de sortear las tentaciones, no hay caso, porque en algún momento va a fallar. Y si no puede resistir un halago, significa que aún le faltan horas de vuelo, necesita mejor capacitación personal. Es una metodología difícil y dispendiosa ya que culturalmente no estamos educados para responder por nosotros mismos. Y de eso se trata.

No obstante, ¿Qué hacemos en las categorías menores? Pues, trasladamos los métodos represivos utilizados en los equipos profesionales, trabajamos a partir del miedo y la desconfianza de los dirigentes y entrenadores, perpetuando así una práctica inveterada de conflictos y agresiones intestinas en cada concentración o en los días previos a los partidos decisivos. ¿No sería mejor tener cuidado con el tipo de jugador que se elige? Un club que pretenda armar un equipo serio tiene que buscar jugadores con ese perfil. Y así evitará el desgaste del excesivo control y escrutinio. Es cierto que no resulta nada sencillo, pero cuando se vaya a adquirir un jugador, por ejemplo, habría que investigar no sólo sus antecedentes futbolísticos sino también personales.

El éxito es como el dinero, sólo se aprende a manejarlo teniéndolo, sorteándolo. Dolorosa pero afortunadamente no hay otra receta mejor que vivirlo, por eso todos podemos aspirar a él. No se hereda. No se transmite. Se gana, se pierde o se recupera. Pero nadie puede gozárselo todo el tiempo. Coqueta y caprichosa, la diosa fortuna pasa y toca la puerta, pero no se queda.

No hay nada más engañoso que el triunfo. Distrae e invita a soltar las amarras. Un ganador auténtico no se conforma solamente con ganar, sino que se obliga a sí mismo a descubrir y decodificar la fórmula del éxito para así poder repetirlo. La historia está plagada de deportistas que, mientras no habían ganado nada, se esforzaron, se cuidaron y estuvieron concentrados, preparándose a diario en pos de una ambición, pero, una vez obtuvieron los logros y empezaron a ganar dinero y fama, se descuidaron, se volvieron soberbios, se llenaron de pereza y buscaron el camino fácil de hacer trampa para no cumplir con su rutina de vida y cayeron en la autocomplacencia y en las prácticas erróneas.

Es decir, que también se puede fracasar el día que se triunfa.
Vaya paradoja.

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Publicado en el Heraldo Deportivo - Mayo 6 de 2008.

La experiencia de Gradisca (Italia): ¿VALIÓ LA PENA?


Por: Agustín Garizábalo Almarales

Por supuesto que sí. Hacia ese tipo de vivencias es que tenemos que apuntar. Significa, ya se sabe, un gran esfuerzo económico, pero ¿cuánto es el saldo a favor? Se sabrá en pocos años. Quisiéramos saber qué mecanismos misteriosos se han disparado en el interior de estos jóvenes, qué ha cambiado en el modo de ver sus vidas. Poder confrontar sus aptitudes futbolísticas nada menos que contra equipos europeos y exhibiendo un buen nivel, es una ganancia nada despreciable. Se dirá que, como siempre, sólo hablamos de victorias morales. Pero, qué más nos queda. Estamos para aprender. Nuestros jugadores cargan con ese vacío extraordinario de la falta de competencia internacional y eso sale porque sale en situaciones límites.

Nadie discute lo valioso que puede resultar una experiencia de esta calidad en la formación de un muchacho con aspiraciones de consolidarse en el fútbol profesional. Vivencia que lo marcará para toda la vida, porque el joven regresa densificado, con otra visión, nutrido de paisajes, situaciones, idiomas y confrontaciones fuera del ámbito natural que de alguna manera enriquecen su acervo cultural.

¿Qué tal esta? Me entero que nuestro delantero Luís Muriel, de Santo Tomás (Atlántico), como jugador de fútbol, al estadio más lejano que había ido era al de Aracataca (Magdalena). Los demás muchachos nacidos en el año 1991, también corren con una suerte similar. Casi ninguno ha representado a la selección de su departamento en las categorías infantil o prejuvenil en los torneos nacionales de Difútbol porque estos se realizan, durante 4 años consecutivos, en edades pares, es decir que, los nacidos en los años impares prácticamente quedan marginados. Es la situación de la mayoría de nuestros muchachos. El Cali, además, llevó a Gradisca siete jugadores nacidos en el año 92, los cuales podrían repetir en el evento en que se vuelva a clasificar como campeón en el torneo de las Américas.

Y ni qué decir de nuestra falta de horas de vuelo. Sólo dos jugadores habían estado alguna vez en Europa, y eso, en temporada de vacaciones. Un viaje trasatlántico es un lujo que muy pocos jóvenes colombianos pueden darse; fue algo cómico, pero muestra la inocencia de los pelaos en este tipo de situaciones: la anécdota aquella cuando algunos se comieron los topitos que dan en el avión para taparse los oídos, creyendo que eran chicles.


Y ya en la competencia, Juan David Cabezas fue protagonista clave de nuestro grupo. Como capitán sobresalía por su liderazgo, pero también porque estuvo implicado en casi todas las jugadas importantes de los partidos: anotó tres goles, puso pase gol, le cometieron penalti, erró un penalti, cometió un penalti, mejor dicho, el chico se hizo notar y por ahí andaban preguntando por él algunos veedores. Igual preguntaban por Andrés Escobar, “Manguita”, ese pequeñín delantero habilidoso que le gustaba tanto al público. Y por Héctor Quiñones, un lateral izquierdo con mucha proyección, de buena condición técnica, con unos enganches hacia adentro que descomponían a los defensas rivales. Y llamó la atención el juego de Lizarazo, la fortaleza de Cerrato, la elegancia y técnica de un defensa como Espitia y la talla y buen oficio ofensivo de Muriel y Murillo.

En fin, el Deportivo Cali fue la sorpresa agradable de ese torneo. Con un fútbol alegre, de inventiva, de habilidad, característico de los suramericanos, puso la nota refrescante en las canchas italianas y se ganó la simpatía del público, que no entendía cómo un equipo así resultaba eliminado.

Queda la espinita porque se pudo llegar más lejos. Y queda la enseñanza de que este es un torneo muy serio, donde hay que capitalizar al máximo las experiencias conseguidas, quiere decir que, en lo posible, algunos de los del cuerpo técnico actual deberían repetir en torneos venideros. Y por último, tener en cuenta que un equipo para ese nivel de competencia hay que armarlo y prepararlo con mucha anticipación, porque, al final, el bagaje táctico es primordial en momentos en que aparece el déficit físico y técnico por la fuerte exigencia de jugar a diario y contra escuadras que pelean hasta la muerte.

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Publicado en la revista del Deportivo Cali - Mes de Mayo - 2008

CINCO FUTBOLISTAS DEL ATLÁNTICO VISITAN EL GIUSEPPE MEAZZA

Por: Agustín Garizábalo Almarales

Con frecuencia nos quejamos en los medios de comunicación de la poca oportunidad que tienen nuestros futbolistas aficionados de competir en el plano internacional, ya sea porque no son llamados a las selecciones Colombia, o bien porque, contadas las excepciones, los clubes a los que pertenecen no le apuestan a ese tipo de inversión.

Nadie discute lo valioso que puede resultar una experiencia de esta calidad en la formación de un muchacho con aspiraciones de consolidarse en el fútbol profesional. Vivencia que lo marcará para toda la vida, porque el joven regresa densificado, con otra visión, nutrido de paisajes, situaciones, idiomas y confrontaciones fuera del ámbito natural que de alguna manera enriquecen su acervo cultural.

Cinco de nuestros jóvenes talentos han tenido la fabulosa posibilidad de hacer ese viaje a tierras europeas representando al Deportivo Cali de la categoría sub-17, y desde el pasado viernes 18 de abril se encuentran adaptándose a los rigores del clima, cambio de alimentación, sistema de transporte y demás contingencias propias de estas pruebas, preparándose, claro está, para acometer con lujo de detalles el torneo Internacional de Gradisca, en Italia. Son ellos: Javier Espitia, Maicol Ortega, Luis Fernando Muriel, Gustavo Cuellar y Carlos Andrés Miranda.

El Deportivo Cali, club en Colombia que hace algunos años le viene apostando al trabajo de sus divisiones menores, cree en el potencial de nuestros jóvenes futbolistas. Para esta ocasión ha configurado un equipo, dirigido por los profesores Jorge Cruz y Mauricio Palomino, donde predominan los elementos del Valle del Cauca y de la Costa Norte de Colombia, específicamente del Atlántico, como se verá. Toda una mezcla explosiva, si tenemos en cuenta las características de los jugadores de estas dos regiones: ricos en técnica y picardía, potentes y atrevidos, con un swing ancestral marcado por la cumbia y la salsa.

En el periplo cubierto hasta ahora, antes de enrumbarse definitivamente a Gradisca, el equipo aterrizó en el Charles De Gaulle de París, haciendo tránsito hacia Milano y pernoctando, durante tres noches, en Pinzolo, poblado turístico de la región de Trento. Actualmente se encuentran alojados en Lignano, balneario contiguo a Trieste, al norte de Italia.

Como hecho anecdótico, se puede registrar que por invitación del Inter de Milán disfrutaron por unas horas de ese templo del fútbol en San Ciro, el Giuseppe Meazza. Compartieron allí con el colombiano Nelson Rivas, recio defensa central procesado en las entrañas del Deportivo Cali y ahora promisoria figura en el calcio. Más tarde, fue preciso atravesar por la histórica Venecia, ciudad con ese halo de romanticismo en sus construcciones y canales, los talleres de cristal de Murano y, por supuesto, la basílica en la plaza San Marcos.

¿Quiénes son estos deportistas adolescentes, salidos de nuestras canchas de barrio, que atravesaron “el Charco” a la conquista de promisorias oportunidades?

Javier Espitia Echeverría, barranquillero, defensa central, espigado, de excelentes condiciones técnicas para la posición, con 16 años, es el más antiguo en tierras caleñas. Fue vinculado al Deportivo Cali desde el 2006, después de haberse destacado en la Escuela Barranquillera y las Selecciones Atlántico.

Michael Ortega Dieppa, de Palmar de Varela (Atlco), volante creativo con gol. Potente, bien armado físicamente a pesar de su baja talla, con 17 años, posee gran habilidad en el dominio del balón en movimiento, encarador con cambios de ritmo, lo que se conoce ahora como Media punta. Procede de la Escuela de Toto Rubio y es su segundo año en el Cali.

Luis Fernando Muriel Fruto, goleador de Santo Tomás (Atlco), centro delantero de esos a la antigua, con mucho oficio dentro del área, elegante y de buen porte, recursivo con el balón. Jugó en la Escuela de Santo Tomás de don Plácido Díaz, pasó fugazmente por las divisiones menores del Junior, de donde salió porque, según sus palabras, dejó de asistir a varios entrenamientos y cuando quiso regresar ya tenían los grupos armados. Se fichó entonces para la Escuela Barranquillera, destacándose, especialmente, en el torneo ASEFAL. Desde enero de este año juega para la juvenil B del Deportivo Cali.

Gustavo Cuellar, volante mixto, soledeño, con 16 años. Procede de la Escuela de Fútbol Johan. Jugador que se destaca porque, pese a desempeñarse en zonas de recuperación, posee una condición técnica tal que le confiere gran dominio del juego. Es de los recientemente vinculados a la institución caleña. Sin embargo, tras su excelente actuación en el reciente torneo de las Américas, fue tenido en cuenta para este viaje.

Y Carlos Andrés Miranda Fruto, 17 años, defensa central. Rápido, recursivo, casi impasable en el mano a mano. Invitado hace muy poco a la ciudad de Cali, también fue incorporado a última hora en la lista de viajeros luego de un buen torneo de las Américas. En Barranquilla se destacó con la escuela Eparquio González y jugó durante dos temporadas con el Club deportivo Yeimi.

Karim Gorayeb, miembro del Comité Ejecutivo del Deportivo Cali y en este momento al frente de la delegación viajera, habla muy bien de nuestros jugadores: “Soy muy optimista con el jugador de la Costa Atlántica ,porque, a no dudar, cada día muestra más ambición de triunfo, disciplina, mucho talento y, especialmente, una gran disposición y entrega. Estamos muy contentos con los aportes que nos hacen los muchachos de esa región”

Para nadie es un secreto que hace algunos años se viene realizando una labor de veeduría en esta zona del país y son varios los jugadores vinculados a la institución azucarera, de donde se destacan Freddy Montero, Armando Carrillo, Anthony Tapia, Luis Pallares, Abel Aguilar y Edgar Felipe Pardo, estos dos últimos, aunque nacieron en ciudades distintas a las nuestras, tienen fuertes vínculos con la costa y fueron llevados por el veedor de esta región.

PIE DE FOTO:
(FOTO GRUPO)De izquierda a derecha: Javier Espitia, Carlos Andrés Miranda, Nelson Rivas, Agustín Garizábalo, Luis Muriel; ABAJO: Gustavo Cuellar y Maicol Ortega. EN EL SAN CIRO, GIUSEPPE MEAZZA, DE MILANO.

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Publicado en el Heraldo Deportivo - Abril 29 de 2008.

NO FUTURO

Por: Agustín Garizábalo Almarales

¿Dedicarse a dirigir equipos de fútbol aficionado puede considerarse una profesión?...El profesor K es dueño y director técnico de un equipo infantil de barrio; trabaja en un local comercial en el centro y sólo en horas de la noche -muchas veces sin haber comido- se dedica a entrenar su equipito, dos sesiones por semana, en la penumbra de una cancha ligeramente iluminada.
El licenciado X, a pesar de ser un profesional, desde el punto de vista de que ostenta un cartón que lo acredita como tal, es un pobre hombre que no sabe cómo pagará esta vez el arriendo, la mensualidad del colegio del hijo o el “vale” de la tienda, porque su sueldo es tan irrisorio que casi queda debiendo: Es entrenador de un club aficionado más o menos organizado.

El joven M, es un bachiller recién egresado a quien se le pide el favor de que dirija el equipo los domingos y lo practique dos veces por semana (los martes la física, los jueves el baloneo) a cambio de un “cuadre” los fines de mes.

El exjugador de selección departamental, estudiante ahora de educación física y con aspiraciones de ser técnico de fútbol profesional, es invitado a qué conduzca un equipo de la Liga: sus pretensiones no pueden Ir más allá de un subsidio de transporte y una que otra ayuda para el pago de los semestres; y así…

Salvo contadas excepciones, este es más o menos el panorama general de esa actividad en nuestro medio: lamentablemente el fútbol aficionado se sigue considerando un hobby dirigido por unos apóstoles románticos –eso se cree- que les gusta hacérselas de técnicos, un ensayo para emular a los Menottis, Mourinhos, Fergusons...

Pero en realidad se explota su vocación de pedagogo, su desempleo o su deseo de aparecer. Esa actividad defi­nitivamente no es considerada en nuestro medio como una profesión y por lo tanto no se valora ni se respeta como tal, en muchos casos, incluso, ni por los propios entrenadores, que prefieren darle un tinte más o menos folclórico al asunto y se dejan seducir por la ilusión de una victoria, avivada por algunas cervezas y las lisonjas de sus parciales, para no enfrentar su triste realidad económica, su poco reconocimiento social, su falta de eco personal, en otras palabras, su “llevadera Infinita”.

Usted puede verlos: siempre en sudaderas y ropas deportivas, cachu­chas, planillas y un fardo de ilusiones. Los más afortunados son contratados por colegios de “caché” o por clubes organizados, que en realidad son tan poquísimos que constituyen toda una élite.

Pero la mayoría tiene que dedicarse a los oficios más disímiles para poder subsistir. Conozco a uno que además de ser entrenador de dos equipos, dicta clases en un colegio, es discjockey en una taberna, chofer de taxi en ocasiones y traficante de baratijas. Otros son también zapateros, carniceros, gestores de notaría, administradores de un "agáchate" o vendedor de Biblia. Lo triste es que no les alcanza ni para brindar una tanda de cervezas en la celebración del triunfo.

La situación es preocupante si se tiene en cuenta que en Colombia uno de los principales vacíos de nuestro fútbol es precisamente la falta de una verdadera fundamentación y formación adecuada en las categorías menores. Allí deberían estar los mejores preparados, los más instruidos. Pero los mejores -a no ser que quieran ser toda la vida unos maestros pobres (y los hay)- no pueden estar bajo esas condiciones económicas. Sencillamente no podrían estar.

¿Qué ocurre entonces?... Los licenciados se hacen contratar por colegios del Estado y ya no les queda tiempo para seguir en estos menesteres. Los otros, a fuerza de frustraciones e intentos fallidos, van abandonando la lucha y llegan hasta el colmo de no querer saber más nada de fútbol. Es que da rabia que mientras algunos hacen "patria" -esa concepción Idealista del amateurismo- otros se llenan de plata.

¿Cuáles son las opciones para estos trabajadores del fútbol?... Del fútbol profesional ni hablar, tan poblado como está de esa élite llamada “Ex futbolistas profesionales”, sustentada por un amiguismo inveterado. La primera C (antes segunda división), ofrece muy pocas op­ciones. Y en el estamento superior, es decir la Selecciones Departamentales, a lo que todo técnico aficionado que se respete debería aspirar, ocurre casi el fenómeno contrario: Las Ligas con tantas afugias económicas que tienen, falta es que cobren para que les dirijan las selecciones.

En fin, estos hacedores del fútbol, tienen tan poco futuro que solo queda la alternativa de agremiarse en una asociación que los haga respetar y les confiera cierto status o resignarse a seguir siendo apóstoles por los siglos de los siglos, amén…

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Publicado en el Heraldo Deportivo - Abril 29 de 2008.

NO PROMETÍ UN JARDÍN DE ROSAS

Por: Agustín Garizábalo Almarales

Vinieron a visitarme al hotel porque yo le había preguntado en la cancha algunos datos a su niño. En los pueblos cuando uno llega a ver jugadores la noticia corre como pólvora encendida. Esta pareja de esposos que tengo aquí en frente mío no cabe de la dicha y con ojos cargados de ilusión quieren saber cómo es la cosa. Indagan, sonríen, tratan de mostrar sus mejores caras. Su niño va a cumplir apenas diez años, esta mañana hizo un par de goles y fue la figura de la cancha. Fui y le pregunté al entrenador cierta información necesaria siguiendo el procedimiento propio de esta labor y el profe me presentó al chico que emocionado le comentó a sus padres. Lamentablemente tuve que decirles que no podía prometerles nada. Que esto apenas era el inicio de una larga carrera, que requería de mucho sacrificio y paciencia, que implicaba asumir ciertas conductas, que podía ser una posibilidad, pero que no había garantías. De todos modos esta pareja se va encandilada, pensando que su hijito va a ser jugador profesional.

Pero también me he topado con otros ojos. Ojos tristes y llenos de resentimiento, cuando, por ejemplo, es otro muchacho el escogido y no precisamente el niño de esos ojos.

Yo siempre que puedo aprovecho y lo dejo claro: Lo único que puedo prometer es que trataré de estar allí, acompañándolos en sus ilusiones, mirándolos en las competencias, asesorándolos en el camino. Pero no estoy obligado a más nada. Hay gente que ha terminado molesta conmigo porque cree que si son mis amigos y me atienden bien, ya tienen asegurado que su hijo recibirá una oportunidad. Digo que eso depende de ellos, de los futbolistas: hay un momento en que el jugador muestra un plus en su rendimiento, marca diferencia, y él mismo dice con su actuación: “bueno, profe, ya estoy listo”. Siempre hay un momento mágico cuando el chico da la señal. El jugador tiene que brillar con luz propia.

Les hacemos seguimiento, por grupos de edades, a varios jóvenes de manera simultánea; algunos pintan bien pero después se van quedando, quizás su talento llegaba hasta ese nivel; otros llevan un rendimiento irregular: por momentos aparecen y son figuras, y por temporadas desaparecen del mapa y nadie sabe ni por dónde andan. Hay épocas áridas en las que veo muchos partidos de fútbol pero no encuentro a nadie que brille. Son veintidós pelaos corriendo, metiendo, discutiendo, intentando, pero no hay campanitas que anuncien una linda jugada. Y después se acerca más de un adulto a preguntarme: “Profe, ¿y cómo vio al pupilo?”

También digo que cada quién tiene que emprender su propia lucha. Yo tengo la mía: como veedor mi mayor patrimonio es la credibilidad. Y debo tener mucho cuidado; de hecho, tengo que estar muy convencido, debo investigar bien, conocer suficientemente al joven que voy a enviar. Pero no puedo recomendar a alguien sólo porque tenga una relación familiar o de amistad conmigo. De hecho, creo que mi mayor fortaleza es que me mantengo afuera. Con los jugadores llevo una relación cordial y afectiva y los acompaño hasta cuando son profesionales pero siempre soy profesor, casi nunca amigo personal.

El coreógrafo colombiano Álvaro Restrepo anotó al respecto, refiriéndose al arte, y perfectamente se puede aplicar a lo nuestro:

“Hacemos énfasis en la calidad. Si la calidad no es el propósito podemos caer en la Caridad. Y cuando el arte se vuelve caridad se llega a la mediocridad. Es preferible enseñarles a los niños a hacer traperos o ser agricultores, que engañarlos con el arte. Porque el arte es o no es”.

Porque el fútbol es o no es, decimos nosotros.

Además, ya entrado en gastos voy a decirlo: yo no represento jugadores, sólo soy un simple intermediario, un asesor, un puente entre un club profesional y los jugadores aficionados, por eso deliberadamente evito involucrarme afectiva o económicamente con los posibles elegidos. Al único que en realidad me interesa “vender”, en el sentido estricto del término, es a mí mismo, mi trabajo serio y constante, para seguir gozando de ese privilegio invaluable de tener una voz propia que pueda ser escuchada.

Por eso les digo a los jugadores que recomiendo que no me den nada, pero que no me hagan quedar mal. Yo no aspiro a una camiseta ni a un dinero por debajo de cuerda, ellos sabrán cómo expresar su gratitud de una manera lícita y prudente, si es que lo consideran pertinente, claro está, porque tampoco es que estén obligados formalmente a corresponder con nada, quizás puedan hacerlo más como un gesto moral, de esos que se suelen hacer cuando se alcanza algún logro y nos parece lógico que los que contribuyeron reciban algún presente.

Pero aquellos que llevan mi recomendación, los que adquieren mi sello y mi respaldo después de un concienzudo seguimiento, deben entender que su comportamiento y esfuerzo tienen que ser impecables, porque no sólo están exponiendo su propio pellejo, si no el de todo el grupo. No ve que cuando alguno de ellos falla no se acostumbra a hablar con nombre propio, si no que, más bien, se generaliza con la famosa fracesita: “costeño tenía que ser”.

Por lo mismo les pido que sean aliados, que sean rigurosos unos con otros, que no se dejen estigmatizar, que se cuiden y protejan mutuamente, que le reclamen y le exijan al que se esté descuidando. En ese sentido soy muy celoso y quiero que cada uno de ellos lo sea, especialmente ahora que hemos recuperado un sitial de estima en el concierto nacional como elementos serios y dignos de confianza en el fútbol ¿cómo así que el costeño es flojo y desordenado? Esa es la imagen que hemos ido cambiando, porque, voy decirlo sin reticencias, no me puedo quejar de los jugadores que he apoyado hasta el momento porque me han hecho quedar muy bien.

Lamentablemente no todos logran alcanzar los niveles de exigencia deportiva y a algunos los han devuelto, no por indisciplina ni por falta de adaptación, si no tal vez porque no estuvo en buen nivel o se encontró con otro aspirante con mejor rendimiento. O, también ocurre, sencillamente al profesor le pareció “normalito”, como ellos dicen. Y claro, como el jugador de afuera tiene que estar muy por encima del nivel estándar, cosa que justifique la inversión que el club hará en su manutención y estadía, estudio y demás, pues, naturalmente, “despachan” al muchacho como dicen en el Valle del Cauca.

¿Y qué ocurre entonces? El jugador viene diciendo que el profesor lo tenía en “la mala”, los papás cogen rabia, hablan de todo el mundo, se sienten perseguidos y se molestan conmigo porque dizque yo no hice nada. ¡Cómo no! Que más quisiera yo que todos se quedaran. Bueno, pero si este chico estuvo más de un año por allá, les digo, y tuvo su oportunidad por recomendación mía, con gastos pagos y todo, si las cosas no se dieron ya no dependía de mí, son tantos factores que influyen en esa decisión que en ocasiones ni yo mismo entiendo muy bien por qué lo están devolviendo.

Se podrá alegar que a veces se cometen injusticias con los muchachos porque se aplican algunas variables no futbolísticas que pueden ser significativas al momento de una valoración. Pero, lamentablemente, son las leyes tácitas del fútbol, siendo, como es, una actividad donde la subjetividad de los que eligen es tan importante y definitiva.

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Publicado en el Heraldo Deportivo - Abril 22 de 2008.

LASTIMA QUE NO TENGA TALLA


Por: Agustín Garizábalo Almarales

“La mamá de Juaniquito lo ha llevado donde el doctor Carlos Rolong para que le organice un programa de crecimiento y desarrollo. Está asustada porque su niño casi llega a los trece y se ve completamente imberbe, con apenas un metro y veintidós centímetros de estatura. Pero la decepción ha sido muy grande, porque el doctor Rolong, que no es dado a llamarse a engaños, les ha dicho que la talla es una condición genética y no hay forma de modificarla y, si miramos la estatura de la madre, que no sobrepasa el metro cincuenta, y del padre, que no llega al metro sesenta, no podemos ser muy optimistas con lo que pueda crecer Juaniquito, dijo el doctor Rolong, mientras miraba de reojo la enorme tristeza que ensombrecía la cara de la señora.

De modo que han salido del consultorio como casi siempre sale una mamá con su hijo, discutiendo. La madre no puede controlar la sangre que se le sube a la cabeza por el terrible sentimiento de culpa, como si ella tuviera alguna responsabilidad, o tal vez sí, pensó, porque siendo yo tan pequeña, por qué vine a enredarme precisamente con otro enano. Y Juaniquito, que ya hace pucheros para agredir sin disimulos a su madre, llora pero en realidad no sabe por qué, no sabe si eso será una enfermedad o una tara...”

-(Fragmento de mi relato “Salta, salta, Juaniquito”)

El asunto de la talla del jugador se ha vuelto un tema obsesivo en el fútbol actual. Virtualmente lo obliga a uno a andar armado con un metro cuando va a mirar un partido. Y hay gente que va más allá y le manda a hacer al muchacho el test de Tanner (“prueba que permite tener una idea de qué tan avanzado se encuentra el desarrollo de un niño o un adolescente, evaluando el proceso puberal, es decir, grado de maduración de los genitales externos y vello público”
– Médico Juan Andrés Mosquera, especialista en medicina deportiva)

De manera que vamos a hablar con un empresario o el técnico de un equipo profesional de un pelao que juega bien y lo primero que preguntan es qué estatura tiene. O de repente, estamos en una cancha abierta y hay un chico que ha sido la sensación del público por sus jugadas magistrales, y nos parece normal que alguien diga: “Ese es un crack. Lástima que no tenga talla”.

Ya no es el deleite de antes cuando en los torneos candorosamente escogíamos y gozábamos con los jugadores que más nos deslumbraban. Nos extasiábamos con las fintas, con la jugada preciosa, con la desfachatez. Simplemente nos dejábamos guiar por el gusto, por esa sensación de haber encontrado algo que nos prodigaba alegría. Ese tiempo ha pasado. Ahora uno se va pervirtiendo y se deja ganar por la responsabilidad. Y le ocurre como a los jugadores de fútbol de ahora, que terminan afanándose sólo por cumplir con lo que les exigen. Por eso hasta es bueno a veces no saber.

Y después esa pelea con los técnicos. Pareciera que nuestra labor pasó a ser la de encontrarles defectos a los buenos jugadores. Que si son bajitos, que si son lentos, que si les falta actitud. Mira uno a un buen jugador y enseguida se pone a pensar que no le va a gustar al entrenador tal porque es lento, o al Preparador físico cual porque es enano. O que le falta peso, o que juega muy relajado. ¡Tantas Cosas! Conozco técnicos de fútbol que descartan a un muchacho sin haberlo visto jugar ¡Qué horror!... sólo con verle la talla o mirarle el semblante.

Sé de otro que “descubrió”, en un centro comercial, a un chico que jamás en su vida había jugado fútbol y lo convenció de que se pusiera los cortos, porque ¡qué estampa, muchacho, qué estampa!...y hasta de Europa vino a hablarle. Porque lo que se está mirando primero es lo atlético y también si el tipo corre y mete y se adapta a un esquema, y después, sólo después, se fijan si el joven sabe jugar al fútbol. Y sé de algunos entrenadores que nunca se toman la molestia de mirar esto último.

Paradójicamente, cuanta más información poseamos, resulta más difícil hacer una elección afortunada. Son ya tantas las pautas por las cuales tenemos que regirnos, que llegamos a sorprendernos de que aparezca algún jugador que cumpla con esos requisitos. Siempre estamos llenos de vacilaciones. Y aún, con todos esos muchachos que hemos llevado al fútbol profesional durante estos años también nos asaltaron las dudas, esa estela de incertidumbre, ese quizás, no sé, puede ser, tal vez. Ahora es muy fácil venir a hablar cuando ya están arriba, pero en el camino hubo que volver a apostar por ellos en varias ocasiones, porque esto suele ser así, una suerte de futurología deportiva donde se corre más el riesgo de equivocarse que de acertar. Son escasos, por tanto, los jugadores que hicieron el recorrido impecablemente hacia arriba. Ellos muy bien lo saben.

Pero dejemos que sea el propio médico Carlos Rolong quien nos amplíe el concepto. Médico, ¿Qué nos puede decir del biotipo?

“En realidad no debería hablarse de Biotipo sino de Somatotipo. El biotipo es la constancia de ciertos caracteres físicos en un grupo determinado; Bio significa vida, y Tipo forma; entonces se trata de la descripción de signos o rasgos físicos de una forma tipo de animal o planta que puedan ser considerados como modelos de su especie o raza. En tanto Somatotipo viene de Soma: cuerpo y Tipo: forma; es decir, se puede definir como el sistema diseñado para valorar la forma corporal y su composición mas frecuentes permitiendo registrar en deportistas, por ejemplo, componentes como la delgadez, grasa corporal o masa muscular y a su vez la estatura, peso etc. O sea que se puede medir, permite configurar un percentil, establecer unos parámetros con respecto a sí mismo y a individuos de la misma edad a escala local, nacional o mundial. Luego, en nuestro medio, se viene utilizando mal la palabra Biotipo. Cuando se vaya a hablar de la talla y peso o de la conformación corporal de un futbolista, debe decirse Somatotipo, aun cuando el término sea menos conocido”

- Y ¿qué tan importante es la talla para jugar fútbol de alta competencia?

“Puede ser importante si va a jugar en la posición de arquero o zaguero central; en esas zonas, especialmente, la estatura es vital. Para el resto de las posiciones el joven tendrá que compensar su falta de talla con otros elementos, como una muy buena masa muscular, excelente potencia para la saltabilidad y por supuesto, tener exquisita técnica y conocimiento del juego. Seguro que, si además de ser bajito es débil en su constitución física, no tendrá muchas posibilidades de consolidarse en ese fútbol invadido por atletas de gran proporción”

En la selección de talentos, en ocasiones, conviene guiarse por algunos parámetros establecidos. Pero no debe ser lo más importante. Tiene que haber una señal, un sexto sentido, algo más que te indique que hay un talento palpitando en la cancha. Por mucho que nos apoyemos en las ciencias y en las mediciones científicas, en el fútbol finalmente, la decisión sobre la captación de un jugador es tomada con base en apreciaciones subjetivas.

¿Cuántos no andan metidos en un campo de fútbol, con unas pintas bárbaras y les llaman futbolistas porque cobran, pero escasamente patean un balón y tienen un resorte en vez de pie?

Un entrenador brasilero dijo alguna vez que en el fútbol debía hablarse sólo de jugadores buenos o malos, no de altos o bajitos.


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Publicado en el Heraldo Deportivo - Abril 15 de 2008.