viernes, 30 de mayo de 2008

LA DIFERENCIA EUROPEA

Por: Agustín Garizábalo Almarales

Tuve la fortuna de ser invitado por el Deportivo Cali al Torneo Internacional de Gradisca d’lonzo, en Italia. Un torneo juvenil con la estructura de un mundialito de clubes en el que se destacaron, este año, escuadras como Juventus, Émpoli, Nápoli, Milán, Udinese y Sampdoria de Italia, Selección de Estados Unidos, Atlas de México, Borussia Dortmund de Alemania, CSKA Mosca de Moscú, SK Austria Kaernten, Deportivo Cali de Colombia y Atlético Mineiro del Brasil, campeón de las tres últimas versiones.

Ya en la cancha pudimos apreciar a los equipos europeos con su fútbol tradicional de pelotazos largos y juego simple pero de gran fortaleza. Exhiben un trabajo serio, muy táctico y de mucha concentración. Cuando los europeos juegan entre ellos la cancha se cierra a 30 metros, un espacio prácticamente sin fisuras, donde los delanteros están tan alertas como los defensas en la disputa del balón y de paso evitan caer en el fuera de lugar cuando les reducen la cancha.

En el partido ante el Émpoli, uno de los clubes que mejor trabaja sus divisiones menores (de hecho es el campeón actual de esa categoría en Italia), al Deportivo Cali le tocó soportar una aplanadora por la manera en que fue apretado por el equipo azurri. Nuestros jugadores, acostumbrados a recibir el balón primero y pensar después, se sorprendían por el asedio implacable en todos los sectores del terreno. Inesperadamente, un error del arquero contrario permitió que el equipo colombiano empatara y, vale decirlo, después, el cuadro verde se jugaría su mejor partido del torneo remontando el tanteador.

Ahora, aquí sí debemos destacar una diferencia importante: la disposición mental para conservar el orden y apretar y jugar sin interesar el marcador. El Émpoli perdía con el Cali y jamás se descompuso. Nada de ir a alegarle a los árbitros, nada de tirar patadas (fuera de las normales), nada de lanzar pelotazos sin sentido, nada de desordenarse; perdieron finalmente 2 por 1, pero, como se dice, “con las botas puestas”, haciendo su fútbol: la misma propuesta desde los primeros minutos, cuando salieron ganando.

Y, al día siguiente, Nápoli, al inicio del segundo tiempo ya nos superaba 3 a 1, y su planteamiento siempre fue el mismo: dos o tres pases simples, un enganche que atormentaba a la defensa caleña y dos delanteros moviéndose todo el tiempo. ¿Y el resto? Pues, trabajo de equipo, hermano. Ubicación en el terreno, disposición para recuperar la pelota, juego concentrado en un solo objetivo: cumplir. La diferencia europea es todo un paradigma cultural: la necesidad de conservar sus preceptos con rigor, la voluntad de manifestarse de manera económica y simple. En definitiva, para ellos, ganar es NO DESCOMPONERSE.

Tenemos que decir, no obstante, que el Deportivo Cali fue una agradable sorpresa en el torneo. Con ese fútbol alegre, de inventiva, de habilidad propio de los suramericanos, puso la nota refrescante en las canchas y se ganó la simpatía del público, que no entendía cómo un equipo así quedaba eliminado. Cuando salimos para el último juego, ante la Juventus, estábamos clasificados, bastaba conservar el empate mientras en el otro partido no ganara Émpoli.

A pesar de que la Juventus necesitaba ganar para clasificar apostó a su dispositivo de orden conservador, esperó y esperó y en el segundo tiempo capitalizó dos errores de la defensa caleña y se llevó los puntos dejando en el camino a un equipo que tuvo todas las pretensiones de ganar, creando una serie de opciones claras (hasta un penalti) que no fueron concretadas.

Días después pude ver los entrenamientos del Inter de Milán en categorías menores en el “Centro Sportivo Giacinto Faccetti”, y claro, ahí estaba todo: definitivamente priorizan el trabajo táctico. Cuentan con varias canchas de fútbol rápido -así les dicen- y juegan mucho en espacio reducido (5 versus 5, ó 7 versus 7), desmenuzando cada jugada, parando, repitiendo, corrigiendo, analizando movimientos: tienen muy claro que el fútbol es un deporte rico en situaciones complejas y, por lo tanto, lo procesan de manera deliberada.

Thomas Kempe, un veedor del Berder Bremen de Alemania que fue invitado al torneo por el empresario FIFA Helmuth Wenin, nos comenta que, ahora en Europa, aquello de la estatura dejó de ser una condición primordial y se están teniendo en cuenta otros elementos como la rapidez y velocidad y, por supuesto, la potencia. El tema terminó planteándose porque, curiosamente, de los jugadores nuestros que más les llamaron la atención a los veedores, algunos son bajitos.

Vimos también los partidos Juventus-Nápoli (inaugural) y Juventud-Mineiro (cuartos de final) y estuvimos analizando al Prosesto, un equipo filial del Inter de Milán que jugó en su sede un partido amistoso contra el Cali, y me pillé otro detalle: hablan muy poco en la cancha. Están en lo que están, ejecutan. Por momentos hasta se percibe cierto silencio embarazoso en el terreno, parecen mudos; a lo mejor están concentrados en lo que hacen. Muy diferente a cuando uno asiste a un partido de juveniles en Colombia, especialmente en Cali, que hay una gritería enorme y parece como si se estuviera acabando el mundo. Notamos, por ejemplo, que mientras los del Nápoli nos goleaban, los nuestros gritaban y discutían.

Lo del Mineiro del Brasil es un caso excepcional: ha participado en seis versiones y se ha quedado con el título en cuatro oportunidades -tres de ellas en forma consecutiva- y una vez con el subtítulo. Habría que ver cuál ha sido su fórmula. Argentinos Juniors de Argentina es otro de los clubes que ha impuesto su supremacía en cuatro torneos. El Atlas de México, sin embargo, ha participado en doce ocasiones y no ha podido ganarlo. En las 23 versiones que se ha jugado este torneo de manera ininterrumpida, sólo han alcanzado el título cuatro equipos italianos y, en los últimos 16 años, sólo la Juventus se coronó campeón en el 2005.

Renato Damiani, un comunicador barranquillero del programa radial de Carlos Antonio Vélez y quien hace varios años asiste a este torneo de Gradisca, nos contó que, estadísticamente, son muchos más los jugadores que se consolidan en el primer nivel de los clubes del viejo continente, y que han jugado este torneo, que los nuestros.

Al final me queda la sensación de que los equipos europeos toman este torneo más como un ensayo en ese proceso de profesionalización que les aplican a sus jugadores, que por el afán por obtener un trofeo. Probablemente nos toque aprender esa manera de asumir el juego. En nuestros países, cuántas veces hemos dicho lo mismo de dientes para afuera. El problema de fondo es de mentalidad.

Los europeos sí podrían decir aquello de que lo que menos interesa es el resultado inmediato. A ellos les concierne todo lo que pase con los jóvenes, por supuesto, en la medida en que significan la preservación de su acervo, no sólo deportivo, sino social y cultural.

Si desea hacer un comentario o enviar alguna sugerencia escriba a agarizabalo@hotmail.com

Publicado en el Heraldo Deportivo - Mayo 13 de 2008.

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