viernes, 30 de mayo de 2008

NO FUTURO

Por: Agustín Garizábalo Almarales

¿Dedicarse a dirigir equipos de fútbol aficionado puede considerarse una profesión?...El profesor K es dueño y director técnico de un equipo infantil de barrio; trabaja en un local comercial en el centro y sólo en horas de la noche -muchas veces sin haber comido- se dedica a entrenar su equipito, dos sesiones por semana, en la penumbra de una cancha ligeramente iluminada.
El licenciado X, a pesar de ser un profesional, desde el punto de vista de que ostenta un cartón que lo acredita como tal, es un pobre hombre que no sabe cómo pagará esta vez el arriendo, la mensualidad del colegio del hijo o el “vale” de la tienda, porque su sueldo es tan irrisorio que casi queda debiendo: Es entrenador de un club aficionado más o menos organizado.

El joven M, es un bachiller recién egresado a quien se le pide el favor de que dirija el equipo los domingos y lo practique dos veces por semana (los martes la física, los jueves el baloneo) a cambio de un “cuadre” los fines de mes.

El exjugador de selección departamental, estudiante ahora de educación física y con aspiraciones de ser técnico de fútbol profesional, es invitado a qué conduzca un equipo de la Liga: sus pretensiones no pueden Ir más allá de un subsidio de transporte y una que otra ayuda para el pago de los semestres; y así…

Salvo contadas excepciones, este es más o menos el panorama general de esa actividad en nuestro medio: lamentablemente el fútbol aficionado se sigue considerando un hobby dirigido por unos apóstoles románticos –eso se cree- que les gusta hacérselas de técnicos, un ensayo para emular a los Menottis, Mourinhos, Fergusons...

Pero en realidad se explota su vocación de pedagogo, su desempleo o su deseo de aparecer. Esa actividad defi­nitivamente no es considerada en nuestro medio como una profesión y por lo tanto no se valora ni se respeta como tal, en muchos casos, incluso, ni por los propios entrenadores, que prefieren darle un tinte más o menos folclórico al asunto y se dejan seducir por la ilusión de una victoria, avivada por algunas cervezas y las lisonjas de sus parciales, para no enfrentar su triste realidad económica, su poco reconocimiento social, su falta de eco personal, en otras palabras, su “llevadera Infinita”.

Usted puede verlos: siempre en sudaderas y ropas deportivas, cachu­chas, planillas y un fardo de ilusiones. Los más afortunados son contratados por colegios de “caché” o por clubes organizados, que en realidad son tan poquísimos que constituyen toda una élite.

Pero la mayoría tiene que dedicarse a los oficios más disímiles para poder subsistir. Conozco a uno que además de ser entrenador de dos equipos, dicta clases en un colegio, es discjockey en una taberna, chofer de taxi en ocasiones y traficante de baratijas. Otros son también zapateros, carniceros, gestores de notaría, administradores de un "agáchate" o vendedor de Biblia. Lo triste es que no les alcanza ni para brindar una tanda de cervezas en la celebración del triunfo.

La situación es preocupante si se tiene en cuenta que en Colombia uno de los principales vacíos de nuestro fútbol es precisamente la falta de una verdadera fundamentación y formación adecuada en las categorías menores. Allí deberían estar los mejores preparados, los más instruidos. Pero los mejores -a no ser que quieran ser toda la vida unos maestros pobres (y los hay)- no pueden estar bajo esas condiciones económicas. Sencillamente no podrían estar.

¿Qué ocurre entonces?... Los licenciados se hacen contratar por colegios del Estado y ya no les queda tiempo para seguir en estos menesteres. Los otros, a fuerza de frustraciones e intentos fallidos, van abandonando la lucha y llegan hasta el colmo de no querer saber más nada de fútbol. Es que da rabia que mientras algunos hacen "patria" -esa concepción Idealista del amateurismo- otros se llenan de plata.

¿Cuáles son las opciones para estos trabajadores del fútbol?... Del fútbol profesional ni hablar, tan poblado como está de esa élite llamada “Ex futbolistas profesionales”, sustentada por un amiguismo inveterado. La primera C (antes segunda división), ofrece muy pocas op­ciones. Y en el estamento superior, es decir la Selecciones Departamentales, a lo que todo técnico aficionado que se respete debería aspirar, ocurre casi el fenómeno contrario: Las Ligas con tantas afugias económicas que tienen, falta es que cobren para que les dirijan las selecciones.

En fin, estos hacedores del fútbol, tienen tan poco futuro que solo queda la alternativa de agremiarse en una asociación que los haga respetar y les confiera cierto status o resignarse a seguir siendo apóstoles por los siglos de los siglos, amén…

Si desea hacer un comentario o enviar alguna sugerencia escriba a agarizabalo@hotmail.com
Publicado en el Heraldo Deportivo - Abril 29 de 2008.

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