sábado, 11 de abril de 2009

DIAMANTES EN EL DESIERTO



Memorias de un Cazatalentos (2)

Por: Agustín Garizábalo Almarales


Dedicarse a buscar y seleccionar talentos en el fútbol aficionado es como tratar de encontrar Diamantes en el Desierto. Al principio, la sospecha de que seguramente no habrá nada en ese paraje solitario, no deja de perturbar nuestra imaginación. Pero también puede ocurrir el fenómeno contrario: tal vez termine uno encandilado, cuando, por el reflejo que producen los rayos del sol sobre la arena, lo invada la sensación de que hay muchos prospectos. Con frecuencia esto resulta apenas un espejismo.

Lo paradójico es que quizás el verdadero diamante pase inadvertido entre la arena, porque, como está aún sin labrar, no posee todavía el brillo seductor que nos llame a su encuentro. Este es el verdadero mérito de un Cazatalentos: poder anticiparse con su conocimiento y experiencia en la elección de un talento potencial que está esperando para que sea desarrollado.

Con frecuencia se sobrevalora el acierto del veedor; se cree que el tipo tiene su misterio, y a lo mejor lo tiene, ese don de Dios que le permite ver más allá de ese momento y ese lugar. Pero si ese descubrimiento no está acompañado por un excelente trabajo en las divisiones menores del club el talento no se despliega, se atrofia y probablemente se pierda.

Para el caso específico de mi labor en el Deportivo Cali, quizás los jugadores que he recomendado han sobresalido, no tanto porque yo me haya traído a los mejores, como con frecuencia se me acusa en la costa atlántica, sino porque, habiendo recomendado buenos deportistas, pero, especialmente, jóvenes con aspiraciones, con deseos de triunfar, aquí se les ha invertido en trabajo, alimentación, formación óseo-muscular, competencia de nivel, etc. y eso termina mejorándolos necesariamente, adquiriendo ese plus que justifica el proceso.

Lo que queda en limpio es que soy un convencido de las capacidades de nuestros jugadores y apuesto por ellos, desmintiendo aquello de que el talento escasea, o de que el colombiano es un desordenado. Hay que buscarlos, eso sí, y hay que encontrarlos, también. Pero de que los hay, los hay. Yo creo que en nuestro medio siempre habrá jugadores tan buenos o quizás mejores que los que ya han sobresalido, pero hay que hacerles la inversión que corresponde y tendríamos que quitarle ese halo de misterio y de magia al asunto: los que yo he traído, por ejemplo, no son de otro mundo: han alcanzado cierto nivel de figuración porque se han trabajado de manera diferente.

A veces, también, se cae en el lugar común de intentar “adivinar”, asumiendo poses de videntes, creando falsas expectativas. Lo único verdaderamente cierto es que no se sabe qué va a pasar con un talento en cierne. A cuántos no hemos visto fracasar teniendo tantas condiciones. A cuántos no hemos vistos triunfar después de un trasegar de dudas y tropiezos. La gente acostumbra a hablar del Ojo Clínico, (“¡Ese señor tiene buen ojo!” – dicen) remontándose a una vieja costumbre, felizmente superada, de aquellos pintorescos médicos de pueblo, que con sólo mirarte al entrar a su consultorio ya sabían ellos que enfermedad tenías.

La gente en ocasiones se me acerca para preguntarme por un determinado jugador: “Profe, queremos que nos digas si sirve o no sirve” - ¡Imagínense!-. Yo ahí me hago el loco. No me pongo ni siquiera a dar explicaciones porque me expongo a caer en una discusión bizantina. Además, el fútbol como actividad subjetiva aguanta todo tipo de alegato. Lo que tengo claro es que, al final, mis decisiones con respecto al talento, son más intuitivas que razonadas, porque surgen de un momento mágico inesperado, se trata de un feeling, una química, un no sé qué: yo estoy ahí y me dejo guiar por el gusto de mirarlos, esperarlos, mejorarlos con mis consejos, pero sé que no depende de mí. Como lo dije en otra nota, la señal definitiva la tiene que dar el propio jugador.

Además, sólo hablo de los jugadores que yo creo que pueden estar, de los creo que no, no hablo. Los pongo en la lista para que aparezcan reportados pero no doy mi opinión, mucho menos me gusta quedar en una situación donde yo tenga que decidir entre sí y no. En tanto, nunca descarto a nadie, ni entro a valorar públicamente a los jugadores, porque corro el riesgo de equivocándome estruendosamente; el tema pasa por los momentos. En el fútbol lo que hoy es verdad, mañana es mentira. La clave está en enviar al jugador en su momento preciso.

Esta labor nuestra de seleccionar talentos, pasó a ser tan seria que no debemos tomar riesgos de hacer apuestas donde pongamos en juego nuestras cabezas.

Ha pasado aquél tiempo cuando podíamos darnos el lujo de apreciar cómo iban creciendo poco a poco los muchachos. Se podía hacer un seguimiento concienzudo desde observarlos en los entrenamientos de sus equipos, los partidos de la liga, los torneos nacionales con las selecciones y hasta resultaba fácil convocarlos a sesiones de veedurías.

Pero ya esto es muy difícil, la competencia se ha vuelto tenaz. Hay gentes del fútbol que por no saber cuáles son las pautas de un seguimiento oportuno y eficaz, están apostando a la cantidad en detrimento de la calidad selectiva y le jalan a todo lo que se mueva. Es frecuente escuchar o ver que grupos de jugadores jóvenes, y en algunos casos, niños, han sido invitados a probarse en las divisiones menores de un club profesional sin ningún tipo de criterio preselectivo.

A eso súmele el desespero de los padres de familia y de los mismos jugadores, quienes, ante la más mínima oferta piensan que esa quizás pueda ser la única oportunidad en la vida y entonces se saltan cualquier proceso que se venga haciendo con ellos, porque aquí lo que más importa es aparecer, probarse, lanzarse al ruedo. Una y otra vez, en una frenética carrera, con la esperanza de que tal vez en alguna pegue.

No olvidemos que estamos en la generación de los Realitys y los Factores XS.


-Publicado en la página Web del Deportivo Cali www.deporcali.com, Febrero 2009.
-Si desea hacer algún comentario o sugerencia favor escribir a agarizabalo@hotmail.com







EL SIGILO ES UNA FORTALEZA


Memorias de un Cazatalentos (1)

Por: Agustín Garizábalo Almarales


En mi labor de Cazatalentos he aprendido que el sigilo es una fortaleza: poder mimetizarme en el paisaje, poder ver sin ser visto. Cómo aprecio mi condición de incógnito, cómo valoro esa posibilidad de continuar en la trastienda, armado con lupa y microscopio, pero sin el apuro de posar de personaje.

No sería nada práctico que yo llegara a una cancha y creara una conmoción por ser famoso. Cuánta gente se me acercaría, cuántos padres vendrían a recomendarme a sus polluelos. En este caso siempre será preferible el misterio: Aparecer por allí como si nada, poder ver, escuchar, acercarme, analizar y hasta sentarme en la tribuna como cualquier espectador anodino.

El secreto de este trabajo es el seguimiento. La diferencia entre un jugador excepcional y un jugador normal es la regularidad en su rendimiento; por eso conviene estar ahí, esperando pacientemente, hasta detectar esa garantía, sin la cual es imposible alcanzar el objetivo.

Intencionalmente he evitado exponerme al escrutinio público. Mi vida personal e imagen física ¿a quién puede interesarle en realidad? Lo que debe importar es que siga buscando y encontrando a esos niños y jóvenes que puedan consolidarse más adelante como futbolistas profesionales, así como, con buen criterio y gran suerte, he podido apoyar a algunos talentos destacados.

En lo que a mí concierne me interesa más el reconocimiento de la gente íntimamente ligada al fútbol: el respaldo a mi trabajo por parte de los dirigentes y funcionarios del Club, el apoyo del director de las divisiones menores y de los entrenadores que realizan el proceso con los jugadores, la interacción con los periodistas deportivos que se acercan y valoran discretamente mi labor y, por supuesto, me llena de felicidad que los futbolistas me mencionen. Porque, ahí sí, es muy importante que mi nombre aparezca en esas entrevistas; allí sí resulta necesario, porque eso me abre puertas, porque el padre de familia, el entrenador o el dueño de un equipo aficionado me referencian a partir de esa mención, precisamente en boca de una figura y me buscarán de manera puntual como parte interesada, pero no es relevante que el tendero, el embolador o cualquier transeúnte me saluden por la calle como un personaje de la farándula deportiva.

Además, de alguna manera, hago parte de los medios de comunicación y entiendo lo que significa la cultura de la fama. Entrar allí implica quedar atrapado en una telaraña de sobreentendido, códigos y supuestos, que lo obligan a uno a asumir ciertos comportamientos que la masa espera de las figuras mediáticas.

Con los jugadores y los padres de familia yo siempre que tengo la oportunidad la aprovecho y lo dejo claro: Lo único que puedo prometerles es que trataré de estar allí, acompañándolos en sus ilusiones, mirándolos en las competencias, asesorándolos en el camino. Pero no estoy obligado a más nada. Hay gente que ha terminado molesta conmigo porque cree que si son mis amigos y me atienden bien, ya tienen asegurado que su hijo recibirá una oportunidad. Digo que eso depende de ellos, de los futbolistas: hay un momento en que el jugador muestra un plus en su rendimiento, marca diferencia, y él mismo dice con su actuación: “bueno, profe, ya estoy listo”. Siempre hay un momento mágico cuando el chico da la señal. El jugador tiene que brillar con luz propia.

También digo que cada quién tiene que emprender su propia lucha. Yo tengo la mía: como veedor mi mayor patrimonio es la CREDIBILIDAD. Y debo tener mucho cuidado; de hecho, tengo que estar muy convencido, debo investigar bien, conocer suficientemente al joven que voy a enviar. Pero no puedo recomendar a alguien sólo porque tenga una relación familiar o de amistad conmigo. De hecho, creo que mi mayor fortaleza es que me mantengo afuera. Con los jugadores llevo una relación cordial y afectiva y los acompaño hasta cuando son profesionales pero siempre soy profesor, casi nunca amigo personal.

Además, ya entrado en gastos voy a decirlo: yo no represento jugadores, sólo soy un simple intermediario, un asesor, un puente entre un club profesional y los jugadores aficionados, por eso deliberadamente evito involucrarme afectiva o económicamente con los posibles elegidos. Al único que en realidad me interesa “vender”, en el sentido estricto del término, es a mí mismo, mi trabajo serio y constante, para seguir gozando de ese privilegio invaluable de tener una voz propia que pueda ser escuchada.

Por eso les digo a los jugadores que recomiendo que no me den nada, pero que no me hagan quedar mal. Yo no aspiro a una camiseta ni a un dinero por debajo de cuerda, ellos sabrán cómo expresar su gratitud de una manera lícita y prudente, si es que lo consideran pertinente, claro está, porque tampoco es que estén obligados formalmente a corresponder con nada, quizás puedan hacerlo más como un gesto moral, de esos que se suelen hacer cuando se alcanza algún logro y nos parece lógico que los que contribuyeron reciban algún presente.

A estas alturas de mi vida, lo que busco es la realización personal a través de mi trabajo, de una manera simple, sin los sobresaltos propios de lo público. Quiero, más bien, en mi condición de escritor en formación, seguir gozando de mi sitio de espectador. De verdad, sólo aspiro a ese privilegio.

Publicado en la Revista del Cali - Noviembre/2008 -
y en la página Web http://www.deporcali.com/
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