jueves, 14 de julio de 2011

JUAN GUILLERMO CUADRADO (1)


Viaje al Semillero (Tercera temporada)
Por: Agustín Garizábalo Almarales

En un rincón del estadio Moderno de Barranquilla me le acerco al profesor Deninson Rivas, uno de los técnicos de Manchester de Urabá, equipo infantil que había disputado la final ante Asosucre. El juego fue por demás muy intenso, con resultado 1-1, lo que obligó al cobro desde el punto penal. Asosucre se impuso en los lanzamientos y un instante después daba la vuelta olímpica, curiosamente animado por el porro Fiesta en Corraleja (“Ya llegó el 20 de enero…”), que la misma banda contratada por el alcalde de Baranoa, Wilson Durán, para que apoyara a los niños del pacífico, terminó interpretando para delicias de la hinchada sincelejana, qué más daba.

Aproveché que el profe Rivas se quedó apartado, pensando quizás en cómo se les había escapado ese título de las manos, cuando todo el mundo daba a su equipo como favorito. Aquel campeonato Asefal, tuvo la particularidad, de que, uno de los mejores equipos invitados, el Manchester, había sido adoptados, no sólo por los familiares de los niños participantes, como se acostumbra, sino por todo el pueblo, con el alcalde (Wilson Durán) a la cabeza, quien, seducido por las piruetas de un aprendiz de mago, conocido como Neco, decidió acoger a varios de los niños en su propia casa.

Y ese era el motivo de mi aproximación, quería investigar quién era en realidad esa figurita que había prodigado tanta felicidad ese día y durante todo el torneo. Uno de los métodos que utilizo para orientarme hacia un jugador ofensivo es precisamente dejarme seducir por pilatunas que me causan mucha risa. Cuando se trata de un defensa prefiero inclinarme mejor por su seriedad. Y ese día me había reído de lo lindo con las pillerías del negrito de pelo ensortijado.

Deninson Rivas me comentó cómo eran las cosas: De Urabá armaban una selección, a la que ponían a competir en diferentes torneos del país, y la persona que manejaba al chico que a mí me interesaba era Luís Gabriel Ayala, quién prácticamente lo tenía a su cargo, que hablaría con él y con mucho gusto seguíamos en contacto, que como no, me dijo con mucha amabilidad, pero que no me olvidara de que en esa región había muy buenos jugadores, y que, además, también los acompañaba nadie menos que Luís Enrique Salinas, mejor conocido como “El Pantera”, un personaje que había llevado a varios muchachos al fútbol profesional.

Algunos meses después, Nelson Gallego, director de las divisiones menores del Deportivo Cali, viene a Barranquilla a una actividad de veeduría que yo le había organizado. “Es la oportunidad para que vean al pelaíto - Le digo a la gente de Urabá - ¿Será que es posible traerlo?”. Quien se encargó de esa quimérica empresa fue el propio Deninson, y cuando llega a la cancha del club Johann, en Sabanagrande, y Nelson Gallego lo ve, no pudo menos que lanzar una expresión de asombro o de burla, quién sabe, diciéndome en voz baja que yo estaba loco. Cómo hacía venir a ese bebecito tan escuálido y frágil, en un viaje tan azaroso, de un lugar tan lejano, que por algo le dicen Neco, al infante que ese momento estaría por los 13, porque llegaba de Necoclí, un pueblito remoto a dos horas de Apartadó.

Bueno, el chico de todos modos alcanzó a jugar unos minutos, trazando en la cancha un par de atrevidas gambetas que hicieron divertir a Nelson, quien, ya se sabe, es amante de este tipo de jugadores geniales. Pero, aparte de una que otra broma, molestándolo por su audacia y por su exiguo peso, todo quedó ahí. Volví a ver a ese equipo y a su figura estelar, varios meses después, en el torneo Nacional de Escuelas en Sincelejo.

Allí ocurrió una exageración: Juan Guillermo Cuadrado no sólo se llevó el trofeo del mejor jugador del certamen, sino también el de goleador, cosa que no es usual en este tipo de torneos, entregarle dos trofeos al mismo jugador, pero después de una fuerte deliberación, la comisión técnica estuvo de acuerdo por unanimidad.

Corro enseguida a llamar a Nelson Gallego: “Profe, usted no se imagina: acabamos de ver acá en Sincelejo una demostración de lo que es un crack, tenemos que ayudar a ese pelao, profe, no sería justo que se perdiera un chico así”. Gallego me dice que organice las cosas, que sería importante llevarlo a Cali una temporada, trabajarlo y mirar qué se podía hacer. Agregó algo que después me repitió varias veces en el transcurso de nuestra relación profesional, un concepto que siempre me llenaba de mucha confianza y seguridad para realizar mi trabajo: “Yo le creo es a usted”- dijo.

Al año siguiente se juega en Cali la segunda versión de la Copa Afisa, organizada por el Deportivo Cali. Urabá participa con su club Estrellas 2000 de Urabá, y los profesores John Bernardo Ochoa y Carmen Elena Arroyabe se llevan al Neco como refuerzo. Llegan en su rocinante bus a la media noche después de casi dos días de viaje. Yo estaba en Cali, pero me había quedado en Casa Hogar porque no pude hospedarme en el apartamento de Gallego, como otras veces, ya que Nelson atendía a unos excepcionales amigos del fútbol: Mario Agudelo y Bernardo “Cunda” Valencia.

¿Cómo hicieron Luis Ayala y Deninson Rivas para que Juan Guillermo Cuadrado llegara directamente al apartamento de Gallego? Nunca supe. Lo cierto es que el aprendiz de mago se apareció en la puerta y, siendo atendido por Jairo Mosquera, un chico jugador de fútbol que entrenaba esa temporada en Cali, lo convenció de que ya todo estaba pactado, que todo bien con el profe, que vine porque él me dijo. Al rato llega Nelson con sus huéspedes y Jairo le cuenta que hay un niñito ahí que vino, que usted y que lo invitó y que tal. Gallego que venía con sus guaros encima, nochecita de conversa y tangos, sin saber con quién estaba tratando, levanta al chico a interrogarlo, que quién es usted señor y el Neko llorando, que usted dijo, que yo no dije nada, que usted me conoció en Barranquilla, que yo no me acuerdo, lo dejo aquí por hoy porque es muy tarde, pero mañana busca a donde irse, mijito, qué chimba.

Al día siguiente el debut fue pleno de destellos y el “Cunda” Valencia y Mario Agudelo, quedaron sorprendidos, no esperaban aquel derroche de fútbol. El propio Gallego empezó a recordar que sí, ah, claro, ese es el niñito del que me hablaste, pero qué atrevido, venir a presentarse a mi casa. Jairo Mosquera, el otro muchacho jugador, se entusiasmó tanto con lo que vio que quiso reforzar el equipo de Urabá en ese torneo.

Para el segundo partido, llegamos todos emocionados a Pance (sede deportiva del Cali) a ver al Neco y su corte, pero se presentó un imprevisto; con su voz ronca y cara de mimo, se acercó haciendo muecas como quien ha roto una lámpara de un piedrazo:

- Profe, se me quedó el carnet.

Gallego no se encontraba de la furia, que cómo así. Vea, papá, es que hay que atravesar casi toda la ciudad, mijo, se quedó sin jugar, pues. Mario Agudelo, con toda la ternura de sus longevos años le pide a Nelson que le preste las llaves que él hace el favor de ir a buscarlo. Gallego se resiste al principio, dice que mejor que no juegue para que aprenda. Pero después que Mario le pregunta al chico que en donde dejó guardado el carnet y este le dice que en la segunda gaveta del lado derecho de la cama, Nelson accede a regañadientes y le entrega las llaves a Mario. Lo que vino después nos dejó a todos con la boca abierta: con ese desparpajo irresponsable con que hace las gambetas sobre el borde del área, provocó que Mario volteara para decirle:

_Veni, vení… No me vayás a desordenar la ropa, oís…

agarizabalo@hotmail.com

ENTRENADOR DE GOL

Por: Agustín Garizábalo Almarales

Se volvió un lugar común que los equipos y selecciones de fútbol de Colombia se quejen por la frecuente falta de gol en las competencias. Que juegan bien, que hacen un excelente trabajo táctico-defensivo, que se crean las suficientes jugadas ofensivas, pero siempre lo mismo: ¿Quién la mete?

Si todos los cuerpos técnicos del país gozan del apoyo de un entrenador de arqueros, por qué no institucionalizar, también, no diría yo un entrenador de delanteros, sino un ENTRENADOR DE GOL.

Es que el Gol tiene sus misterios y no es suficiente con dedicar a alguien con un pasado de goleador para que ponga a repetir y repetir remates y gestos técnicos a los muchachos. Se requiere de pedagogos con sensibilidades y sutilezas especiales, porque, en últimas, es un acto de convencimiento, un acto de seducción.

Sería importante que estos entrenadores pasen primero por una capacitación donde asimilen cómo se realiza una reprogramación neurolinguística, cómo se comunica un saber, cómo se fabrica una experiencia significativa en la mente de los jóvenes. A los entrenadores corrientes y a los exjugadores profesionales nos cuesta, porque estos conceptos nos superan y rebasan. Por eso se hace necesario aquel apoyo científico.

En definitiva se trata de transmitir sensaciones, de crear una imagen nítida de gol, pero cargada de afectividad y emoción hacia esa rutina. Es necesario que el chico adquiera un estado de percepción sutil, que aprenda a qué sabe, a qué huele, a qué suena ese lance maravilloso. En una frase, que convierta en impresiones sublimes ese acto supremo, lo que motivará su permanente búsqueda.

Si esa es la falencia más grave en nuestro fútbol, tendría que ser, no sólo una sugerencia de la Federación, sino una exigencia a todos los clubes y ligas del país, que establezcan el cargo de Entrenador de Gol.

Con el apoyo, por supuesto, del Director Técnico y de Desarrollo del fútbol en Colombia, encarnado en Francisco Maturana, quién delinearía pautas y conceptos, quien organizaría las capacitaciones pertinentes, quien conformaría y orientaría un equipo de trabajo con estos fundamentadores, para así alcanzar, de una vez por todas, ese alto nivel competitivo tan ansiado que nos ponga en la élite del fútbol mundial.

agarizabalo@yahoo.com


PERFIL INTERNACIONAL




Por: Agustín Garizábalo Almarales

Algunos jugadores que sobresalen en el medio local (el goleador del torneo, un volante diez o un lateral incisivo) luego tienen serias dificultades para adaptarse en el fútbol del exterior. No deja de ser una calamidad, porque terminan relegados al banco, quejándose por la falta de oportunidades, o, en el peor de los casos, regresando con el rabo entre las piernas.

Creo que en Colombia ya estamos fabricando un buen producto, pero todavía no es óptimo. Nuestros muchachos se están yendo a esa aventura en pleno proceso de formación, con todos los riesgos que eso implica. El fútbol internacional posee, en tanto, otro tipo de exigencias y expectativas, valores que jugadores del patio no asimilan aún. Jóvenes que siempre estuvieron rodeados de sus familiares, que casi nunca salieron del país, de repente se ven avocados a una experiencia babélica, confusa, traumática en ocasiones.

Necesitamos, entonces, optimizar ese producto con otro tipo de formación, deliberadamente más universal, donde nuestro jugador se nutra de conceptos y acervos culturales: Costumbres, idioma, música, comida, transporte, etc., que le proporcionen la seguridad y desenvoltura que necesita para sobrevivir en ese otro mundo.

O, por lo menos, ya que los clubes y empresarios obtienen excelentes dividendos de esas transacciones, contraten a un tutor, para que, durante los primeros meses, acompañe puntualmente al pupilo, indicándole y orientándole sobre la convivencia en ese nuevo país. Qué restaurantes visitar, qué tipo de comida debe pedir, qué vino combinaría con ese platillo, cuál es el vestido apropiado; además, la relación con la prensa y el público, el manejo de situaciones que se le pueden presentar en ese nuevo entorno competitivo y una serie de pequeños detalles que podrían parecer insignificantes, pero que son, en definitiva, los que garantizan una adaptación exitosa.

Suponemos que en el país habrá gente capacitada para ese tipo de instrucción. Pero si de repente no podemos hacerlo nosotros mismos, al menos contratemos una asesoría cosmopolita, expertos pulidores que afinen a estos futbolistas como si fueran reinas de belleza.

Porque es muy triste ver partir a estos muchachos, con tanto ruido e ilusiones a conquistar un mundo, y, al cabo de algunos meses o semanas, encontrarlos confundidos, sin saber qué hacer y más frustrados que un Emo con el pelo crespo.


agarizabalo@yahoo.com


DEMOSTRAR SUPREMACÍA


Por: Agustín Garizábalo Almarales


Que el fútbol se juega por placer o diversión, por dinero o salud, por fama o reconocimiento, es una verdad tan natural que usted le puede preguntar a cualquier futbolista o entrenador y no dudarán en decirlo. Pero también se juega, y de manera esencial, para demostrar supremacía. Se juega para GANAR.

Ganar, entonces, se convierte en un símbolo de poder, en la prueba contundente de que perteneces a un grupo humano culturalmente superior. En últimas, los deportes son una metáfora de la guerra y los atletas sustituyen a los feroces guerreros de épocas primitivas. De ahí que les brindemos tantas pleitesías y atenciones y los colmemos de querencias: Nos representan en esa confrontación instintiva de todos los tiempos, porque el hombre trae codificado ese afán de equipararse con los demás como ritual de conquista sexual, meta final de los vencedores.

El fútbol comenzó siendo una encarnizada lucha entre dos pueblos vecinos y su gracia consistía en llevar hasta la plaza central del pueblo contrario una vejiga de cerdo rellena de trapos y aserrín. En esa batalla campal podía participar el que quisiera, y aquél fragor dejaba un reguero de brazos y piernas en el camino y sobre los techos de las casas, y no serían pocas las veces en las que la pelota en disputa terminara siendo la cabeza de algún desafortunado contendiente. Salvajismo puro.

Después, por fortuna, se crearon las reglas, humanizando la competencia. Se ha llegado a tales niveles de sofisticación que los deportistas están ahora más sintonizado con la farándula mediática que con la brega castrense. No obstante, el gran público sigue sintiéndose representado, con altas dosis de regionalismo, en esas confrontaciones deportivas, asumiendo los triunfos de los atletas como propios y convirtiendo sus derrotas en tragedias, en ocasiones con visos de duelo nacional.

El futbolista, entonces, no debe perder de vista que en cada partido, ya sea en el Bernabeu, en la cancha del barrio o en la playa, no se juega para la novia, para quebrarles los ojos a los críticos o para cobrar una apuesta. Se juega por esa necesidad primaria de “agredir” al rival con goles, reduciéndolo, dominándolo, sometiéndolo, como en la más feroz de las batallas.

agarizabalo@yahoo.com