viernes, 15 de febrero de 2013

JUAN GUILLERMO CUADRADO (2)


Viaje al Semillero (Tercera temporada)




     “La creatividad no se enseña, se provoca"

-Heriberto Fiorillo   



Por: Agustín Garizábalo Almarales

 





Para nadie es un secreto que Nelson Gallego es el fundamentador técnico más prestigioso del país. Por sus manos han pasado destacados jugadores de fútbol con perfil internacional: Víctor Aristizábal, Tino Asprilla, Giovanni Hernández, Camilo Zúñiga, Cristian Zapata, Abel Aguilar, Freddy Montero, por citar algunos, y, el más dramático de los casos, Alex Comas, quien prácticamente “aprendió” a jugar como delantero siendo ya profesional.


Gallego no siempre los descubre; a veces se los llevan y en ocasiones se los encuentra en el club donde llega a trabajar, pero siempre se empecina en el mejoramiento de la técnica del jugador, les da pistas para la comprensión del juego y les transmite cierta dosis de autosuficiencia (“agrandamiento”, dicen algunos) sin la cual ningún futbolista de valía alcanza el máximo nivel.

Me consta porque tuve la oportunidad de conocer de primera mano la metodología que aplica este fundamentador. Se detiene en los detalles más mínimos e insospechados, pero siempre con la intención de darles las mejores armas a sus discípulos: cómo proteger impecablemente el balón, cómo pegarle a la pelota con el empeine pleno, cómo entender el lenguaje futbolístico y, lo más difícil, cómo entrar y sobrevivir con éxito en esa fauna que es el fútbol profesional. Pocos, de verdad, poseen esa llave.

Cuando le acercamos a Juan Guillermo Cuadrado, Nelson Gallego era el Director de las Divisiones Menores del Deportivo Cali. Le dije, -lo recuerdo bien-: “Mira, profe, ese pelaito es como brasilero”. Después del torneo AFISA (anécdota contada en el artículo anterior) se decidió que “Neco” se quedaría por unos meses en la casa de Gallego porque no había espacio en la casahogar del Cali y sabíamos de las limitaciones físicas del muchacho, aunque, tímidamente, entrenara algunas veces en Comfandi con las DM.


Pero en el fútbol, a veces pasa que un crack como este no llega en el momento preciso porque su realidad personal conspira contra sus sueños. En clubes de altas expectativas y estándares de exigencias con los jóvenes que llegan de otras regiones, como el Cali, por ejemplo, puede ocurrir: Le pasó a Messi (Nada menos) que anduvo deambulando por varios clubes argentinos tratando de encontrar a alguien que apostara por él, hasta cuando, finalmente, aterriza en el Barcelona de España, club que estuvo dispuesto a pagar el costoso tratamiento que lo llevaría a desarrollarse como deportista de alto nivel. Y, un caso reciente, el de Yordi Alba, quien, después de 7 años en las menores del equipo catalán, fue desechado, pero logró sobresalir después en el Valencia (y en la selección española), y ahora el Barza ha pagado una jugosa suma para traerlo de vuelta.


Con Juan Guillermo pasó algo similar: En ese momento, por su escuálida figura, por su comportamiento alocado e irreverente, por la serie de falencias y limitaciones que cargaba a cuestas, él no necesitaba un club que le exigiera rendimiento; necesitaba un papá, un tutor que terminara de criarlo y pulirlo, y le ayudara a sacar el genio de su lámpara maravillosa. Bien lo supo Nelson Gallego. Y justo coincide que a los tres meses sale Gallego del Cali y decide el entrenador antioqueño embarcarse en esa colosal empresa: le pidió a la mamá de “Neco”, Marcela Bello, que se lo dejara para hacerle el trabajo que correspondía. (El padre había fallecido cuando él tenía apenas 4 años). Y allí empieza todo. Prácticamente, gran parte de los que es hoy J.G. Cuadrado, se lo debe a este maestro que le apuntó a un incierto baloto, y tuvo la suerte de ganárselo.

Después vino el mamita mía: Vitaminas, comida, creatina, entrenamientos, (“¡péguele así, inclina el cuerpo, saca el brazo!”) regaños, luchas, enseñanza de modales (“¡uf, no se meta el dedo en la nariz, home!”), la insistencia de que terminara el bachillerato, y paciencia, serenidad y paciencia, mi pequeño Solín, mucha paciencia. La señora Elizabeth García, esposa de Nelson, prefiere no acordarse. (“¡Es que este muchachito!...”)

Pero ya no había marcha atrás. Cuadrado se lanzaría a un periplo de cuatro años a bordo de sí mismo, con el apoyo de su tutor; sólo entrenando, aprendiendo, casi nunca jugando. Donde fuera Gallego, ahí estaba el aprendiz de mago. Tres meses en Bello (de la B), cuatro meses en el Bucaramanga, después una temporada en la ciudad de Medellín, siempre sin jugar. Allí Nelson se condolió un poco del muchachito y lo prestó a un club aficionado, pero entonces no lo ponían nunca porque era muy “chiquito y flaquito” y terminaba más aburrido que un EMO con el pelo crespo. Gallego dice, contundente: “Los entrenadores están acabando con el fútbol, porque todos quieren es ganar para mostrarse ellos y lo importante es enseñarle a jugar al muchacho y una vez que sepa jugar ganará con facilidad”. De modo que esa es la ecuación…

Después entrenó fugazmente en Nacional, y jugó unos pocos minutos, por la norma sub-19, en Rionegro; Al final, Nelson hace una alianza con unos amigos y montan un club propio: el Atlético Urabá. Y allí se destapó el Neco: 24 goles en 5 meses. Hicieron unos contactos y lo llevaron a Argentina; estuvo tres meses por allá, probó en el club Tiro federal, que lo quería pero no hubo acuerdo, unos días en Lanus y en Boca Junior. “En este último club lo desestimaron porque ya iba a cumplir 19 años y les parecía muy “viejo” para aceptarlo en divisiones menores”- Cuenta Gallego- Después estaban ofreciendo una millonada cuando se destacó en Copa Libertadores”. Por fortuna también lo vio el presidente del Udinese y cantó ¡bingo! con el codiciado número 26 del DIM.

Pero vendrían momentos más dulces. Llegó al Medellín con sus polvillos mágicos ocultos en sus rizos, en enero de 2008, y ya en marzo era titular y figura. Su técnico era Juan José Peláez, quien lo puso a debutar en Armenia. Alguna vez se presentó un inconveniente en un partido y lo pusieron a jugar de lateral, después se dieron cuenta de que podía hacerlo casi en cualquier posición: sabía quitar, sabía pasar, le pegaba al balón como un fierro, centraba de maravillas, siempre con esa capacidad para ganar en los duelos y con una cuota de irreverencia imposible: era él quien invitaba a los defensas contrarios para enfrentarlos.


Y fue una delicia para la gente en la tribuna y ahí se fue creando la leyenda de “Juanito el del potrero” -dicen que fue el periodista Santi Martínez el del invento- y ya la hinchada llenaba el estadio sólo para rabiar de risa por todas las pilatunas que se ingeniaba. Porque era como ir a un partido de playa. De solteros contra casados, el reencuentro del barrio, porque lo que importaba sólo era el juego puro, la diversión, el arte y la magia, el espectáculo por fin, ¡bienvenidos al verdadero gran circo, señores!…

No obstante, luego de todos esos logros, de él mismo y de Cuadrado, Nelson Gallego aún se amarga: “Los dirigentes y entrenadores pueden ver, pero no creer, eso es lo que está matando al fútbol”. Yo aprovecho para homenajearlo y para agradecerle por el trabajo y el pulimiento que le ha hecho, con paciencia y sentido común, a esas exquisitas joyas que han caído en sus manos de orfebre.


Y una premonición me invade con frecuencia cuando veo jugar a este Harry Potter del fútbol (y me muero de la risa): Que todavía los colombianos no hemos visto la verdadera dimensión de Juan Guillermo Cuadrado. Palabra que no.

agarizabalo@hotmail.com