jueves, 12 de agosto de 2010

LUIS FERNANDO MURIEL (2)


Viaje al Semillero (segunda Temporada)
Por: Agustin Garizábalo Almarales



La noche del 6 de marzo de 2010, regresaba de la ciudad de Valledupar,  donde se había jugado un zonal infantil de Difútbol. En plena carretera, recibí la llamada del gerente del Deportivo Cali, Julio Gordillo: “¡ Maestrazo, gol de Muriel !” (Muriel acababa de hacer un gol al Once Caldas en Manizales). Gordillo hizo aquel gesto para anticiparse a mi juego, porque yo tenía la costumbre de que, cuando uno de mis jugadores hacía un gol,  lo llamaba enseguida,  en son de broma, a “pasarle factura”. De hecho, apenas tres días antes, cuando Muriel hizo el gol del empate ante el Cúcuta, en Cali, lo llamé casi a la media noche para cumplir con mi rutina.


Minutos más tarde, mi amigo y socio del deportivo Cali, Diego Quintero, es quien me da la nueva noticia a gritos: “¡Nojodás! qué golazo el de Muriel, veee!!!”. Esta vez sí me animé a compartir, emocionado, con los profesores y jugadores de la Selección Atlántico que venían conmigo en el bus: “¡Segundo gol de Muriel, y este sí fue un golazo!”. ¡Cómo me dolía no estar viendo el partido! Me imaginaba a la gente en Santo Tomás orgullosa de ese muchacho, ellos que no habían tenido todavía un futbolista profesional con figuración; me apuré y le hice varias llamadas al papá de Muriel, para que me compartiera su alegría, pero su celular siempre estaba ocupado; otro tanto me ocurrió con Carlos Bolívar, director de la Escuela Barranquillera, sí que es lindo expresar la emoción que uno siente cuando alguien tan cercano está triunfando, y más, cuando esa persona que uno está llamando también ha tenido algo que ver, una especie de intercambio de dichas. Pero nada, Carlos Bolívar tampoco pudo responder.



Me puse a meditar: “Caramba, no es frecuente que un debutante haga 3 goles en apenas dos medios tiempos, ahí sí nos las echamos, pues”. Varios amigos me llamaron para felicitarme, otros para preguntar, porque no podían creer que ese muchacho también tenía algo que ver conmigo, con todo lo que había ocurrido en las últimas semanas con Michael Ortega y Armando Carrillo en el Cali, Gustavo Cuellar en la selección Colombia prejuvenil, Freddy Montero en el Seattle, Pipe Pardo en el Medellín, Anthony Tapias en el Chicó, y Abel Aguilar en el Zaragoza de España. Se había juntado la banda completa y estaba tocando a todo timbal.


De repente, recibo otra llamada sorpresiva: El ex-gerente Marco Antonio López, me llama para felicitarme. “¡Qué golazo, Agustín, qué gran jugador!”. Yo no podía creerlo, dos en ese partido eran grandiosos, pero ¿Tres?... “¿Marco, no será una repetición?”-indagué- “Noooo, -me dijo- ya éste es el segundo tiempo”.


A partir de allí no paré de recibir llamadas a mis dos celulares: periodistas, padres de familia, jugadores, entrenadores, dirigentes…Mejor dicho, parecía un operador de telefonía el 31 de diciembre, hasta cuando se agotaron las baterías y me quedé fuera del aire. Uno de los profesores que iba conmigo, riéndose, me dijo en buen costeño: “Bueno, Agu, tienes que mandar”.


Al día siguiente, muy temprano para ser domingo, a las 7 de la mañana le marqué a Luis Fernando Muriel pensando que quizás estaría durmiendo. Quería felicitarlo, hablar un poco con él. “Nombe, profe –me dijo-si no he podido dormir”. Noté, eso sí, una profunda felicidad en su voz; de hecho, recibió mi llamada con una alegría no acostumbrada. Le dije lo que les he dicho a algunos de mis jugadores cuando han dado el salto al fútbol profesional: “No te lo creas…La fama es sólo un momento, es como un amor de vacaciones”.


Adicionalmente, le recomendé que nunca olvidara lo que le había ocurrido en la final del sub-18 el año anterior: Siendo en ese momento el goleador del torneo nacional con 27 goles, en un equipo juvenil como el Cali a punto de coronarse campeón, la tribuna occidental de Pascual Guerrero, repleta de público, se le fue encima, lo abuchearon, pedían que lo sacaran, hasta de una manera grosera, porque Muriel había tenido un par de jugadas desafortunadas. Felizmente anotó dos goles y ganaron 4-1, y fue aplaudido como la gran figura. “El fanático es así, Luifer, -le dije- sólo estará contigo mientras aciertes”


Esto apenas es un comienzo, ahora saldrá gente que ni te reconocía a saludarte y a invitarte. Ahora vendrán a decirte que creían en ti, que sabían de tu potencial. Ahora llegara la prensa, la televisión, te preguntarán sobre lo divino y humano, indagarán sobre tu vida privada, sobre tus gustos, y qué significado tiene ese corazón que hacías con tus manos en las celebraciones… Mi recomendación es que hables cortito y claro, nada de discursos largos, nada de venir a pasar facturas, deja así, olvida esos rencores acumulados, cuando uno comienza debe tener prudencia, manejar un perfil bajo, mejor decir pocas cosas, no extenderse porque ahí se corre el riesgo de hablar de más y opinar de lo que no conoces, y termina uno metiendo la pata, y después a presentar excusas, y ahora, Luifer, mucho más ahora que cualquier cosa que digas o hagas, todo el mundo lo va a saber, “ el precio de la fama” que dicen.”


Bueno… Han pasaron algunos meses, Luís Fernando Muriel fue fichado por el Udinese, todo pintaba un futuro promisorio, después de mostrar sus garras y efectividad en pocos partidos y participar de manera descollante con la selección Colombia juvenil. Le venía muy bien esa ida a Italia, precisamente porque lo primero que irían a hacer allá es terminar de formarlo. Con un enorme potencial este joven, pero tendrían que amalgamarlo con cuidado, exigirle de nuevo, pretender resultados inmediatos podría significar el pago de un precio demasiado alto, y ese era el riesgo que se corría si se quedaba en un fútbol como el nuestro. Estaba bien, !fabuloso!. Muy bueno todos esos goles de fantasías y hasta Mago le dijeron, pero, ¿A qué costo? No lo sabemos. Nunca lo sabremos.


En Colombia, de la noche a la mañana, Muriel pasó de ser un amateur a prueba al solucionador de los problemas del Cali. Pasó de ser el muchacho inscrito como sexto delantero, al máximo anotador en pocos partidos. Por suerte, para él, los otros atacantes no estaban en momentos dulces o se lesionaban con frecuencia, y las cosas se complicaron y hubo que echar mano de la cantera, con todo lo que eso implicaba.


Para nosotros, los que estamos en esta brega, lo mejor que pudo haberle pasado a este muchacho es que se le apareciera una oportunidad así, no sólo por el cambio de vida que tendrá en la parte económica y deportiva, sino por lo que significa completar un verdadero proceso, concienzudo, con paciencia, sin apremios, en otro fútbol, en otro nivel, en otra cultura. 


En buena hora, Muriel.