Por: Agustín Garizábalo Almarales
Por supuesto que sí. Hacia ese tipo de vivencias es que tenemos que apuntar. Significa, ya se sabe, un gran esfuerzo económico, pero ¿cuánto es el saldo a favor? Se sabrá en pocos años. Quisiéramos saber qué mecanismos misteriosos se han disparado en el interior de estos jóvenes, qué ha cambiado en el modo de ver sus vidas. Poder confrontar sus aptitudes futbolísticas nada menos que contra equipos europeos y exhibiendo un buen nivel, es una ganancia nada despreciable. Se dirá que, como siempre, sólo hablamos de victorias morales. Pero, qué más nos queda. Estamos para aprender. Nuestros jugadores cargan con ese vacío extraordinario de la falta de competencia internacional y eso sale porque sale en situaciones límites.
Nadie discute lo valioso que puede resultar una experiencia de esta calidad en la formación de un muchacho con aspiraciones de consolidarse en el fútbol profesional. Vivencia que lo marcará para toda la vida, porque el joven regresa densificado, con otra visión, nutrido de paisajes, situaciones, idiomas y confrontaciones fuera del ámbito natural que de alguna manera enriquecen su acervo cultural.
¿Qué tal esta? Me entero que nuestro delantero Luís Muriel, de Santo Tomás (Atlántico), como jugador de fútbol, al estadio más lejano que había ido era al de Aracataca (Magdalena). Los demás muchachos nacidos en el año 1991, también corren con una suerte similar. Casi ninguno ha representado a la selección de su departamento en las categorías infantil o prejuvenil en los torneos nacionales de Difútbol porque estos se realizan, durante 4 años consecutivos, en edades pares, es decir que, los nacidos en los años impares prácticamente quedan marginados. Es la situación de la mayoría de nuestros muchachos. El Cali, además, llevó a Gradisca siete jugadores nacidos en el año 92, los cuales podrían repetir en el evento en que se vuelva a clasificar como campeón en el torneo de las Américas.
Y ni qué decir de nuestra falta de horas de vuelo. Sólo dos jugadores habían estado alguna vez en Europa, y eso, en temporada de vacaciones. Un viaje trasatlántico es un lujo que muy pocos jóvenes colombianos pueden darse; fue algo cómico, pero muestra la inocencia de los pelaos en este tipo de situaciones: la anécdota aquella cuando algunos se comieron los topitos que dan en el avión para taparse los oídos, creyendo que eran chicles.
Y ya en la competencia, Juan David Cabezas fue protagonista clave de nuestro grupo. Como capitán sobresalía por su liderazgo, pero también porque estuvo implicado en casi todas las jugadas importantes de los partidos: anotó tres goles, puso pase gol, le cometieron penalti, erró un penalti, cometió un penalti, mejor dicho, el chico se hizo notar y por ahí andaban preguntando por él algunos veedores. Igual preguntaban por Andrés Escobar, “Manguita”, ese pequeñín delantero habilidoso que le gustaba tanto al público. Y por Héctor Quiñones, un lateral izquierdo con mucha proyección, de buena condición técnica, con unos enganches hacia adentro que descomponían a los defensas rivales. Y llamó la atención el juego de Lizarazo, la fortaleza de Cerrato, la elegancia y técnica de un defensa como Espitia y la talla y buen oficio ofensivo de Muriel y Murillo.
En fin, el Deportivo Cali fue la sorpresa agradable de ese torneo. Con un fútbol alegre, de inventiva, de habilidad, característico de los suramericanos, puso la nota refrescante en las canchas italianas y se ganó la simpatía del público, que no entendía cómo un equipo así resultaba eliminado.
Queda la espinita porque se pudo llegar más lejos. Y queda la enseñanza de que este es un torneo muy serio, donde hay que capitalizar al máximo las experiencias conseguidas, quiere decir que, en lo posible, algunos de los del cuerpo técnico actual deberían repetir en torneos venideros. Y por último, tener en cuenta que un equipo para ese nivel de competencia hay que armarlo y prepararlo con mucha anticipación, porque, al final, el bagaje táctico es primordial en momentos en que aparece el déficit físico y técnico por la fuerte exigencia de jugar a diario y contra escuadras que pelean hasta la muerte.
Si quiere hacer algún comentario o sugerencia sobre este artículo favor escribir a agarizabalo@hotmail.com
Nadie discute lo valioso que puede resultar una experiencia de esta calidad en la formación de un muchacho con aspiraciones de consolidarse en el fútbol profesional. Vivencia que lo marcará para toda la vida, porque el joven regresa densificado, con otra visión, nutrido de paisajes, situaciones, idiomas y confrontaciones fuera del ámbito natural que de alguna manera enriquecen su acervo cultural.
¿Qué tal esta? Me entero que nuestro delantero Luís Muriel, de Santo Tomás (Atlántico), como jugador de fútbol, al estadio más lejano que había ido era al de Aracataca (Magdalena). Los demás muchachos nacidos en el año 1991, también corren con una suerte similar. Casi ninguno ha representado a la selección de su departamento en las categorías infantil o prejuvenil en los torneos nacionales de Difútbol porque estos se realizan, durante 4 años consecutivos, en edades pares, es decir que, los nacidos en los años impares prácticamente quedan marginados. Es la situación de la mayoría de nuestros muchachos. El Cali, además, llevó a Gradisca siete jugadores nacidos en el año 92, los cuales podrían repetir en el evento en que se vuelva a clasificar como campeón en el torneo de las Américas.
Y ni qué decir de nuestra falta de horas de vuelo. Sólo dos jugadores habían estado alguna vez en Europa, y eso, en temporada de vacaciones. Un viaje trasatlántico es un lujo que muy pocos jóvenes colombianos pueden darse; fue algo cómico, pero muestra la inocencia de los pelaos en este tipo de situaciones: la anécdota aquella cuando algunos se comieron los topitos que dan en el avión para taparse los oídos, creyendo que eran chicles.
Y ya en la competencia, Juan David Cabezas fue protagonista clave de nuestro grupo. Como capitán sobresalía por su liderazgo, pero también porque estuvo implicado en casi todas las jugadas importantes de los partidos: anotó tres goles, puso pase gol, le cometieron penalti, erró un penalti, cometió un penalti, mejor dicho, el chico se hizo notar y por ahí andaban preguntando por él algunos veedores. Igual preguntaban por Andrés Escobar, “Manguita”, ese pequeñín delantero habilidoso que le gustaba tanto al público. Y por Héctor Quiñones, un lateral izquierdo con mucha proyección, de buena condición técnica, con unos enganches hacia adentro que descomponían a los defensas rivales. Y llamó la atención el juego de Lizarazo, la fortaleza de Cerrato, la elegancia y técnica de un defensa como Espitia y la talla y buen oficio ofensivo de Muriel y Murillo.
En fin, el Deportivo Cali fue la sorpresa agradable de ese torneo. Con un fútbol alegre, de inventiva, de habilidad, característico de los suramericanos, puso la nota refrescante en las canchas italianas y se ganó la simpatía del público, que no entendía cómo un equipo así resultaba eliminado.
Queda la espinita porque se pudo llegar más lejos. Y queda la enseñanza de que este es un torneo muy serio, donde hay que capitalizar al máximo las experiencias conseguidas, quiere decir que, en lo posible, algunos de los del cuerpo técnico actual deberían repetir en torneos venideros. Y por último, tener en cuenta que un equipo para ese nivel de competencia hay que armarlo y prepararlo con mucha anticipación, porque, al final, el bagaje táctico es primordial en momentos en que aparece el déficit físico y técnico por la fuerte exigencia de jugar a diario y contra escuadras que pelean hasta la muerte.
Si quiere hacer algún comentario o sugerencia sobre este artículo favor escribir a agarizabalo@hotmail.com
Publicado en la revista del Deportivo Cali - Mes de Mayo - 2008
No hay comentarios:
Publicar un comentario