jueves, 18 de junio de 2009

ABEL AGUILAR (Segunda Parte)


Viaje a la Semilla (2)

Por: Agustín Garizábalo Almarales

Llegué a la ciudad de Cali acompañando a varios jugadores costeños que habían sido seleccionados por Nelson Gallego, como director de Divisiones Menores, en reciente visita a Barranquilla. Aproveché y pregunté por Abel Aguilar y lo que me dijeron me decepcionó: “No, profe, ese muchacho no llena el perfil para acá”. Al parecer, había pintado bien cuando llegó. Después se cayó anímicamente: Se veía lento, impreciso, falto de imaginación. Como volante creativo era poco lo que aportaba y por eso casi no participaba del juego. Sólo trotaba desalentado y se esforzaba por pasar desapercibido. Hablé con él. Era consciente de que no estaba en un buen momento, no sabía de verdad qué le había ocurrido. Lo sentí vencido, desconcertado. Tuve dudas: “¿Será que esta vez me equivoqué?”.
 
Con sinceridad lo digo: Con todos los jugadores que he apoyado, en un momento determinado, me he hecho la misma pregunta. Cuando Carrillo empezaba y le decían “Carrillito” y lo veía caerse frágilmente en vez de rematar, lo pensé. Con Freddy Montero, al verlo con ese trotecito frío e indiferente, los técnicos se quejaban; una vez Néstor Otero dirigiendo al Huila –donde Freddy estaba a préstamo- me comentó que ese pelao tenía mucha clase pero que jugaba sin ambición, salía como muy fresquito de la cancha. Le hablé por celular y se lo dije: “Freddy, lo menos que espera un técnico de un pelao de 18 años es que corra”. Yo atribuía esa falta de esfuerzo a un exceso de confianza; como FM había sido goleador en todas las categorías, a lo mejor pensaba que en el fútbol profesional le pasaría algo similar, pero ocurre que en el fútbol aficionado los defensas se equivocan con frecuencia y el Montero, con esa técnica depurada que tiene, enseguida les pasaba factura; en cambio, en el fútbol de arriba, no es suficiente con apoyarse sólo en providenciales errores.

De Pipe Pardo alguna vez me dijeron que era muy “tranquilote” y que el INCORA andaba detrás de él porque se adueñaba con descaro de una parcela. A Michael Ortega, en el semestre pasado, en la primera C, lo ponían a jugar 20 minutos y lo sacaban porque se estaba ahogando o se le ponían los labios blancos. Y así con los demás. Pero, irremediablemente, estas situaciones hacen parte del proceso de crecimiento, de ensayo y error, a que se ven sometidos los jugadores de valía. A todos ellos los admiro porque superaron con entereza y dedicación esos detalles impresentables.

Así que, no obstante y esas dudas sobre Abel Aguilar, hablé con Nelson Gallego para que lo viera. Yo seguía pensando que este muchacho tenía una pinta y un estilo similar al del “Chencho” Batista de Argentina y se lo dije al profe. Ese domingo de octubre se jugaría en el Pascual Guerrero un preliminar entre el Deportivo Cali de la C y Compebombas de Medellín y Gallego decidió poner a los costeños que acababa de traer. Además me permitió que invitara a Abel Aguilar. Lo puso a jugar en primera línea: “No se complique –le dijo- cuando la quites entrega corto y asegura, que esa es la primera función del 6”.

 
Como le fue bien en ese partido Nelson Gallego lo invitó a trabajar con él en un grupo especial que entrenaba en las primeras horas de la mañana. Como el gran fundamentador que es, Gallego les dedicaba tiempo exigente y de calidad a algunos talentos en el afán de pulirles el remate, la recepción, el pase y el regate. En esas estábamos cuando don David Arias (q.e.p.d), secretario deportivo, me dice que hable con el papá de Abel para que prolongue el convenio -que se vencía el 31 de diciembre- otro año más, porque querían seguir observándolo. Pero don Álvaro dijo que no, que ya tenía adelantado algunos contactos para llevarlo al Nacional una vez se cumplieran los plazos. Curiosamente fue el propio Abel quien se opuso a irse: dijo, con toda humildad, que en esos momentos era cuando apenas empezaba a aprender a jugar al fútbol y que se quedaba en el Cali así después no lo compraran.

Poco a poco se fue consolidando en un torneo local de categoría abierta organizado por una universidad. Hasta cuando, el 23 de diciembre, me llamaron del club para pedirme que hable de nuevo con Álvaro Aguilar, esta vez para darle una buena noticia:

-Álvaro, ¿Ya revisaste tu cuenta bancaria?
-No ¿Por qué?
-Ahhh, es que ya te consignaron lo del pelao.

En tres meses, de manera meteórica, Abel Aguilar había demostrado que se puede mejorar cuando existen los estímulos necesarios y la metodología adecuada.

En buena hora reencontraste el verdadero camino, muchacho.


 agarizabalo@hotmail.com

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