jueves, 18 de junio de 2009

ANTONY TAPIAS




Viaje a la Semilla (5)


Por: Agustín Garizábalo Almarales


Mis primeros jefes inmediatos en el Deportivo Cali fueron académicos: Carlos Julián Burbano, Ricardo Martínez y Néstor Otero. Cuando nombraron a Nelson Gallego director de las Divisiones Menores, me llené de temores. Porque siempre he percibido que los ex-futbolistas son como muy solidarios entre ellos y con tantos amigos que Gallego tendría por acá hasta podía peligrar mi puesto; y, además, esa manía que se gastan de creer que son los únicos que tienen derecho de seguir beneficiándose del fútbol, que los que “saben” son los que jugaron profesional, y me estaba atormentando con todo eso, cuando llega Gallego y me sorprende, no sólo dándole un mayor impulso a mi labor con un verdadero espaldarazo, sino que abrió las puertas para que, definitivamente, los jugadores costeños se consolidaran en el Deportivo Cali, y me encuentro de paso con un hombre amplio, desprevenido, cultor del buen fútbol, que no se daba problemas con el tema de la talla, que era amigo de los jugadores y que respiraba fútbol las 24 horas.

De manera que en la primera actividad de veeduría no dejaron de aparecer las sorpresas. Teníamos organizados unos grupos con jugadores de toda la región que había preseleccionado los últimos seis meses, y estaban todos los invitados de Valledupar, Cartagena, Riohacha, Santa Marta, Sincelejo y por supuesto, Barranquilla. Incluso, hasta trajeron del Urabá Antioqueño a un chiquitín escuálido al que le decían “Necoclí”, y que resultó siendo nadie menos que Juan Guillermo Cuadrado.

A los cinco minutos me llama Gallego y me pregunta: “¿Vení, ese volante de qué año es?” – Se refería a Anthony Tapias- “Del 87”, dije. “Sacálo, que por estarlo viendo a él no veo a los demás. Ese me lo llevo yo”. Quedé de una pieza. Cómo así. Conocía la fama de los paisas de que son muy ligeritos de palabras, pero esto era el colmo, “¿No será un paisa culebrero?”-dudé.

Porque yo sabía lo difícil que era hacer llegar un jugador al deportivo Cali, todos los trámites que había que hacer, todas las vueltas cumpliendo con los requisitos para que todo llegara en orden. Se notaba que acababa de conocer a Gallego, no tenía idea de que venía comisionado por el propio Humberto Arias y que sí podía darse esos lujos de escoger a dedo basado en su experiencia y recorrido y en ese ojo que, por primera vez lo supe, es un don que tenemos algunas personas.

Al día siguiente el señor Abel, papá de Anthony Tapias, se me acerca preocupado, que cómo así, van dos días de veeduría y el pelao apenas ha jugado 5 minutos, que qué tenía el profe contra él. Yo me le arrimé a Nelson y le dije e voz baja que si lo podía meter siquiera un ratico para que calentara los huesos, apenado como estaba con el papá, y me salió con esta joya: “No, no, ¿Qué tal que se lesione? ¿Usted cree que yo voy a llegar a Cali diciendo que encontré a un jugador fuera de serie, pero que lo dejé lesionado en Barranquilla?”.

Bueno, finalmente se cumplió con la actividad organizada durante esos 4 días y quedaron anotados, además de Tapias, Gary Solano (lateral izquierdo), Andrés Uhía (Volante 10) y José De Ávila, (arquero). A los quince días, vía terrestre, viajamos con el grupo a la ciudad de Cali y después de 32 horas de viajes, por derrumbes y trancones, pudimos acomodarnos en casa hogar. Llegamos un viernes, pero fíjense cómo son las cosas cuando van a pasar, el domingo, por esas coincidencias del destino, estaba programado un partido preliminar entre un grupo del Deportivo Cali juvenil y un equipo de Antioquia que andaba por esas tierras, EL Copebomba.

A Nelson Gallego se le ocurrió que, bueno, cómo los directivos estarían en los palcos, pues, que mejor momento para hacer la presentación en sociedad de los pelaos que él había escogido en Barranquilla. De manera que ahí estaban: Uhía hizo las delicias del público con sus gambetas cortas y pases claros, Gary Solano sorprendió a todos con sus centros precisos, el arquero De Ávila tuvo la oportunidad para lucirse y Tapias empezó a mostrar lo que era con un soberbio remate que se estrelló en la base del vertical y puso de pie al público que ya poblaba las tribunas. Definitivamente Gallego se había traído una banda.

Pasó a integrar el equipo prejuvenil del Cali en la Liga del Valle, al lado de Freddy Montero, dirigido por “Checho” Ángulo, quién, desde ese momento, pasó a ser una persona clave en su proceso de crecimiento. “Checho” es de los pocos que le puede hablar en la oreja con la certeza de que va a encontrar un oído abierto. Y halló en Alberto Valencia, delegado del equipo, ese apoyo protector de padre y amigo, de aliado y mecenas, cuando las circunstancias lo ameritaban, tan necesario en estos casos.

De modo que el proyecto estaba montado: Por un lado, Nelson Gallego, con sus entrenamiento especiales para que el muchacho aprendiera a pegarle más fuerte y mejor aún al balón, porque es, a no dudarlo, el jugador que en estos momentos y por varios años, mejor y más fuerte le pega a la pelota en el fútbol colombiano, después de aquél inacabable Carlos Emilio Rendón; pero además, se da el lujo de jugar con elegancia, con claridad, con una prestancia, como dice el propio Gallego, muy parecida a la del maestro Jairo Arboleda. Pero, entonces, ¿Qué ha pasado con este jugador?.... Ya tendremos espacio para ensayar una explicación muy cercana a su realidad.

Desde el mismo día en que el cura Iván Osorio, quien lo descubrió a los siete años, me invitara a que fuera a verlo, sabíamos que estábamos en presencia de un futbolista como pocos, porque casi caminando era capaz de marcar diferencia. Y cierta vez, en la cancha de la Magdalena de Barranquilla, estábamos tomándonos unas cervezas con el papá y con el padre Osorio, porque el partido se había suspendido por lluvia, y en el reinicio, en sólo diez minutos Anthony Tapia arregló todo con gambetas y golazos, remontando un marcador adverso, y yo, en ese mismo momento, entusiasmado, ante la incredulidad de los presentes, hice lo que nunca quizás he vuelto a hacer: “Este es el jugador que estoy buscando”- dije.

Allí quedaba esa promesa. Estábamos hablando delante de un niño de 13 años. Por supuesto, para mi fortuna, se pudo cumplir más adelante cuando Anthony fue invitado al Cali. Pero, ¿Dónde quedó el ofrecimiento tácito de Tapias de ser el mejor jugador de Colombia? Nadie duda de sus enormes condiciones.
Todos estamos a la espera, todavía, de que este muchacho, algún vez, se consolide como el futbolista fuera de serie que tendría que ser.


agarizabalo@hotmail.com




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