jueves, 18 de junio de 2009

EDGAR “PIPE” PARDO



Viaje al a semilla (4)

Por: Agustín Garizábalo Almarales

Con Pipe Pardo me tocó hacer “La Rifa del Burro”. “La Rifa del Burro” es la historia del hombre que una mañana pagó cincuenta mil pesos por un burro y cuando fue a buscarlo, en la tarde, le dijeron que el animal se había muerto.

- Y ¿Ahora qué hacemos? – Le preguntaron.
- Bueno, devuélvanme la plata.
- Hombe, lo que pasa es que cuando usted entregó el dinero enseguida
lo utilizamos para pagar unas deudas.
- Bueno, pero entonces denme el burro.
- Y ¿qué vas a hacer con un burro muerto?
- Pues, una rifa.

De modo que el hombre se ingenió una rifa de cien números, a mil pesos cada uno y la vendió toda.

- ¿Y nadie se molestó? – Le preguntaron.
- Claro, el que se ganó la rifa, pero como expliqué que el burro se había muerto – dijo el hombre- yo le devolví la plata al comprador. Tome sus mil pesos y no ha pasado nada. Gracias…

Esta pequeña historia sugiere que hasta del momento más adverso se puede sacar una ganancia. Nuestro hombre no sólo recuperó sus cincuenta mil pesos invertidos, sino que además se ganó cuarenta y nueve mil pesitos, que no vienen nada mal. Con Pipe Pardo me ocurrió algo similar: claro, que sin el descaro del final.

Yo dirigía la Escuela Barranquillera de Fútbol y en un torneo infantil, en Valledupar, tuvimos que enfrentar, en la semifinal, a la Escuela TIBURONES, también de Barranquilla y ese día el Pipe nos anotó dos goles. Pregunté que quién era porque no lo conocía y me dijeron que era primo del “Ringo” Amaya. Después, en el campeonato regular de la Liga del Atlántico, cada vez que nos enfrentábamos, el pelao nos "vacunaba" con uno o dos goles pero siempre se hacía presente en el marcador, hasta cuando, en la final del torneo ASEFAL de 2003, en el Estadio Metropolitano, precisamente volvimos a enfrentarnos estas dos Escuelas y ahí sí dije: “Bueno, esta paternidad se acaba hoy”.

Con una cancha tan grande, dispuse una estrategia para que la defensa de mi equipo esperara en su propia zona, cosa que Pipe Pardo no tuviera los espacios que requería para su mortal pique, el cual había mostrado hasta la saciedad a lo largo de ese torneo anotando 11 goles, sin meter los de la final. Y hasta tuve la osadía de criticar al profesor Chiche Maestre, técnico del Loperana, porque en el partido anterior había decidido adelantar sus líneas para apretar a Tiburones y en tres contragolpes Pardo los había acabado. Y bien recuerdo las palabras que le dije al Chiche: “Parece que no lo conocieras dándole todos esos espacios”

Bueno, pero esta vez, con seis defensas y el arquero, esperando, pensábamos que lo controlaríamos; pero, definitivamente, no había nada que hacer: Un rechazo de su compañero Donaldo Lugo, “el Chonti”, defensa central, espigado y con una patada de dinamita, puso a correr a Pardo en una pelota dividida: El balón dio un bote hacia el costado derecho, mis defensas intentaron atraparlo, agarrarlo, enlazarlo, pero nada, todos parecían de papel; Pardo atravesó por entre ellos como una exhalación y fusiló al arquero.

Después comprobamos con terror que casi no había forma de detenerlo. Estaba por encima de la categoría y sería el dolor de cabeza durante todo el partido y hasta anotó el tercer gol en un contragolpe letal, cuando ya mi equipo había quemado los barcos subiendo las líneas y nos cogió mal parados, nada menos que en la media cancha: “Papita pal loro”, como dicen los antioqueños. El partido culminó 3 por 1 y los Tiburones se coronaron campeones ganando todos los juegos, - ¡Carajo! – Me dije – Con este es mejor hacer “La Rifa del Burro”.

Así que, desde ese momento, empecé a organizar las vueltas, de una vez por todas, para traérmelo para el Deportivo Cali, (“Si no puedes con tu enemigo, únete a él”, reza el adagio); pero había que convencer especialmente a su padre, reacio a que su hijo se fuera de su lado y ya sabremos por qué. Claro, no sin antes tener que soportar las miradas irónicas del profesor Chiche Maestre, quien como siempre, en su decencia, no dijo nada, pero en sus ojos se adivinaba una frase de revancha: “Aja, parece que no lo conocieras, jejeje”.

Con ese antecedente de excepción, sugerí que a Pipe Pardo lo invitaran a la primera Copa Compensar en Bogotá para que jugara con el Cali, categoría 90, de hecho veníamos referenciádolo hacía un par de años, pero me dijeron que no. Se trataba de un torneo experimental de Fútbol 8 en cancha sintética, no obstante sólo podían ser inscritos 16 jugadores y ya el Cali tenía su nómina completa. Igual, entonces, lo invitamos para que nos acompañara con la Escuela Barranquillera como refuerzo. El Torneo era invitacional y participaban 14 equipos de divisiones menores de los diferentes clubes profesionales. Sólo la Barranquillera y la Sarmiento Lora participarían como equipos aficionados.

Pero el papá de Pipe casualmente tuvo que realizar unas diligencias en Bogotá y encontró que el Deportivo Cali se había anticipado una semana para aclimatarse y comprender las reglas del juego y el señor Pardo se presentó con el muchacho al entrenamiento dirigido por los profesores Henry Caicedo y Jonatan Velasco, quienes, al saber de quien se trataba, invitaron al chico a hacer fútbol con el grupo, pero igual se sabía que competiría con la Escuela Barranquillera, la cual sólo llegaría a Bogotá con 15 jugadores porque Pardo nos estaría esperando allá.

Sorpresivamente el día del viaje, en la sala de espera del aeropuerto de Barranquilla, recibo una llamada del delegado del Cali, Gustavo Rojas; me decía que se había presentado un impasse: A última hora se les había lesionado un delantero y necesitaba que autorizáramos la inscripción de Pardo con ellos. Me tocó convencer a Carlos Bolívar de que, si bien Pipe era nuestro refuerzo, no era menos cierto que la idea de invitarlo a Bogotá era, precisamente, para que los técnicos del Cali lo vieran, y esta solicitud que nos hacían ahora acercaba mucho más rápido al jugador. Tuvimos que buscar a un muchachito bogotano amigo para que llenara ese cupo.

Finalmente, Cali sería el campeón de ese torneo. Pipe Pardo mostraría sus condiciones como gran jugador y por esa razón fue invitado unos días de vacaciones a la ciudad de Cali, quedándose en las casas de algunos compañeros de equipo. Todos muy felices con el costeño. Definitivamente al que le van a dar le guardan.

Nadie sospechaba, en ese momento, que a este joven de ancestros chocoanos pero con alma del caribe, la divina providencia le tenía reservada una desagradable sorpresa.



agarizabalo@hotmail.com

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