viernes, 28 de marzo de 2008

Y ESTUDIAR… ¿PARA QUÉ?


Por: Agustín Garizábalo Almarales


Gran parte de los problemas del mundo
se debe a que los ignorantes están seguros
y los inteligentes llenos de dudas”
-Bertrand Russell

El muchacho ha dejado el estudio porque tuvo problemas en el colegio: un profesor se la tenía montada, iba perdiendo algunas materias, usted sabe, no le daban permiso para los entrenamientos ni partidos, además, llegaba cansado de las prácticas de fútbol a su casa y su mamá se volvía intensa con la cantaleta de que se pusiera a hacer las tareas. Así que una pregunta ronda ahora en su cabeza: “¿Para qué estudiar si lo que yo quiero ser es futbolista?”

Lo cierto es que esta idea está matizada por algunas imágenes: un negrito en la portada de una revista deportiva abrazado a una imponente rubia; es lateral izquierdo de la selección Colombia y todo el mundo sabe que no estudió, pero véanlo ahí dándose chapa de ídolo. Otro es un delantero que jugó en el exterior y que se hizo célebre por sus escándalos a lomo de caballo y pistola al cinto. Aquél otro, un monito con pinta de argentino y corte de Beckham, aunque es de Turbo (Antioquia), prácticamente no habla, más bien balbucea unas cuantas palabras pero exhibe un carrazo de última generación y con frecuencia aparece en los diarios haciendo publicidad.

¿Qué es lo que hace que nuestros deportistas sean tan alérgicos a los temas académicos?

El futbolista tiene que entender que el estudio no es una opción sino una necesidad. Su carrera de atleta viene a ser como la del paracaidista que no sabe qué puede ocurrir cada vez que se lanza al vacío. Aunque le han dicho que su profesión cuelga de un hilo, prefiere seguir viviendo una vida de fantasía: viajes, fama, cocteles, gimnasios, halagos, dinero. Todos los futbolistas parecen entender que una lesión, un accidente o una mala temporada puede marginarlos sin remedio. Todos saben lo efímero que puede resultar un momento de gloria y sin embargo…. Vaya y dígales que procuren estudiar, que hagan algo útil con su tiempo libre y entonces le dicen que sí, que es verdad, que ellos saben, que van a hacerlo, ¡claro!, pero que ahora no porque no tienen tiempo, usted sabe, los entrenamientos, los partidos, los viajes, el carro, mi señora.

Cuando estos muchachos sean conscientes de que prepararse intelectualmente implica darse cuenta, tener más elementos de juicio para poder resolver situaciones vitales y enriquecer la perspectiva de sus vidas; cuando descubran que esta adquisición de conocimientos no es una fastidiosa carga si no un “arma” para defenderse de los que quieren aprovecharse de él, de los estafadores y aduladores que sólo llegan en los gratos momentos de bonanza (“si la víctima se hace más lúcida, le queda más difícil al verdugo”, reza una sentencia); cuando sean capaces de aprovechar ese cuarto de hora que les da la vida para mantener los ojos bien abiertos y asimilar al máximo esa experiencia extraordinaria, entonces tendremos mejores deportistas, construidos a partir de la conciencia de su ser, sintonizados con una profunda necesidad de transformar el mundo a través de sus realizaciones.

Qué bonito es ser un futbolista de valía y qué importante y qué bueno que le paguen muy bien por hacer lo que más le gusta. Pero cuando el hombre olvida que precisamente él es el producto que está siendo vendido, canjeado y traficado, y cree, por otro lado, que tiene el control del asunto, allí no hay nada que hacer. Lo perdimos. La gran paradoja del deportista es que se esfuerza obstinadamente para venderse a sí mismo, pero luego reniega por ser tratado como mercancía. Por eso resulta decisivo ese conocimiento del mundo y de su entorno, porque es el único antídoto contra la banalización y contra la pérdida de la dignidad. No hay otra fórmula: o estás enterado en qué aguas te mueves, comprendiendo las leyes del juego y sus fluctuaciones, o definitivamente eres carnada para tiburones.

Muchos se quejan de que no pueden estudiar por sus compromisos deportivos y en ciertos casos hasta tendrían algo de razón, pero no se trata sólo de eso. El mal fundamental es la falta de curiosidad, eso es lo que nos condena a ser dominados y ultrajados por otros. Lo triste es ver a los chicos suspendidos en el limbo, mirando hacia otro lado, distraídos como zombis. Ahora, sin embargo, existen tantas formas de educarse, que no necesariamente yendo a la universidad; si se puede adquirir una educación formal ni más faltaba, ¡fabuloso!, e insistimos, sería lo ideal. Pero si no, hay están los libros, las revistas, el periódico, el Internet, las charlas con gentes ilustradas o estudiar una carrera a distancia. Por algo en la sede de las divisiones menores del Boca Junior de Argentina, hay un inmenso letrero a la vista de todos los que llegan: “El fútbol es una posibilidad, el estudio una seguridad”

Pero lo verdaderamente importante es tener siempre una pregunta en la mente. Por qué esto y por qué lo otro. El conocimiento real parte de un cuestionamiento auténtico por querer saber las cosas, conocer cómo anda el mundo, comparar conceptos y realidades, entrenar el pensamiento a diario y para esto no es estrictamente necesario estar en la academia.

Basta con ejercitar la imaginación preguntándose por todo, leerlo todo, no sólo libros, también un gesto, un partido de fútbol, una situación singular, el giro de los acontecimientos. Quien lee sabe que su alma está en permanente formación. Usted se ha preguntado, como se pregunta a veces Abel Da Graca, “qué pasaría si Maradona fuera como Valdano”.

La clave está en adquirir el convencimiento de que la vida como futbolista es una ilusión mientras no se tomen las propias riendas. Quién va administrar los recursos conseguidos en esos pocos años. Cómo invertir ese capital económico y social que cayó como del cielo. Cómo salir bien librado de tantas tentaciones a las que se ve sometido un ídolo. ¿Cómo serán esos años venideros cuando haya pasado su cuartito de hora y vuelva a ser una persona normal? Recuerde lo que dijo un viejo sabio: “Cuando eres viejo para el fútbol eres joven para la vida”.

Y por supuesto, no perder la capacidad de sorprenderse y cuestionarse. La gente que no tiene dudas con seguridad se equivoca, dice el refrán.

Con razón uno de los futbolistas más centrados y realizados que conozco, cuando se encuentra conmigo y me ve angustiado tratando de terminar un escrito, me dice que no me preocupe, que las personas inteligentes son las que están siempre llenas de dudas. ¿Será verdad?


agarizabalo@hotmail.com

Publicado en El Heraldo Deportivo, Enero 8 de 2008.
Publicado en la Revista del Deportivo Cali, Feb. 2008.




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