sábado, 29 de marzo de 2008

EN EL PAIS DE LOS CIEGOS...

Por: Agustín Garizábalo Almarales
“Toda la Naturaleza es un anhelo de servicio”
-Gabriela Mistral
Cuando expresamos que la función del entrenador de fútbol aficionado debe apuntar hacia la del Administrador Deportivo, estamos reconociendo, precisamente, la gran oportunidad que se le presenta ahora a este personaje para convertirse en un referente importante de su organización. Ya no sólo debe cuidarse de educar y orientar a sus jóvenes futbolistas, ahora también tiene la responsabilidad de instruir a los padres de familia, a los propios dirigentes, e, incluso, a los pocos periodistas que se acercan a su espacio de trabajo. Esto implica ¡PODER!, capacidad para influir en su entorno y autonomía para tomar decisiones que pueden cambiar, para bien o para mal, el rumbo de unos sueños infantiles, de ambiciones de padres y dirigentes y de voluntades de patrocinadores.

También es una buena ocasión para prestarle un servicio a la comunidad, ya que entra a administrar un espacio donde interactúan niños y jóvenes, se fundamentan doctrinas y se adquieren costumbres. Debe entender entonces que toda posición de liderazgo lleva implícita una vocación de servicio, y más que preguntarse cuánto voy a ganar ahí, sería más pertinente indagarse sobre cuánto puedo aportarle a ese colectivo humano. Ser un servidor social, en este caso, también supone perfeccionar el oficio, mejorar sus herramientas, aportar nuevas ideas y conceptos a su quehacer, lo que indudablemente redundará en beneficio general, porque en ese tira y afloje del ensayo, se van creando nuevas calidades, se amplían las posibilidades y se construye cierta forma de sabiduría. No en vano se ha tenido el privilegio del acierto y el error.

Aunque nadie discute que el fútbol actual es mucho más permeable que hace algunos años, en razón de que ahora existe una interrelación más equilibrada de su actores, es decir, ya el técnico no manda solo, también cuentan, para una decisión importante, la opinión del dirigente, la de los padres de familia que aportan, la de los periodistas que dictaminan e, incluso, la de los fanáticos que presionan. No obstante, se entiende que el entrenador sigue siendo el más informado, el que gozará de mayores argumentos en una eventual controversia, puesto que es quien trabaja día a día a los muchachos, quien más los conoce, y a él recurren los padres para consultar sus dudas, los directivos para solicitar ciertos manejos, los periodistas para saber qué novedades hay y los fanáticos para hacerle notar sus preferencias.

Es decir, se ha convertido, sin saberlo, en un administrador de Pasiones. Porque lo que transforma este fútbol actual en un barril de pólvora es, precisamente, su volátil espíritu pendenciero donde cada quien entra a defender sus intereses con visión de túnel, sin considerar bemoles ni aristas, sino que van plenos y frontales, dispuestos al colapso, y he aquí donde tiene que aparecer la figura del entrenador para atemperar voluntades, para, mediante una información oportuna y certera, lograr una conciliación necesaria. Es, en este momento babélico, cuando recupera su verdadera importancia, su credibilidad, su jerarquía, mientras todos los demás están como ciegos, discutiendo y defendiendo nimiedades, buscando la quinta pata del gato, y, en el país de los ciegos, dice el adagio, el tuerto es rey.

Por eso se hace tan imperioso ese acervo cultural, ese bagaje de conocimientos generales, ya que no se sabe de donde habrá que echar mano, si hoy de la economía, mañana de la filosofía, pasado de la gramática, y después de la psicología. Como no se sabe de dónde ni cómo, es mejor estar enterado de un poco de todo. No obstante, su principal arma seguirá siendo su coherencia personal, su constante preocupación por mejorar sus calidades humanas, su deseo de contribuir con los demás y su entusiasmo por crecer día a día, lo que lo hará, sin duda, un educador digno de confianza.

Finalmente, quien trabaja en divisiones menores debe saber que NO ES UN TÉCNICO DE FÚTBOL, en el sentido estricto del término, si no un FORMADOR DE JÓVENES. Bajo esta óptica se preocupará por el desarrollo técnico-táctico individual de sus dirigidos, de entregarles unas claves para su desenvolvimiento en la vida y de construir unas normas de hábitos sanos, más que por estar ganando campeonatos para sobresalir.

Desde luego, se podrá decir que es una actitud poco frecuente y se requiere, para ello, de mucha vocación, luego, entonces, sus verdaderos títulos serán los nombres de aquellos muchachos que lleguen algún día a instancias superiores bajo su orientación (y no nos referimos sólo al fútbol). Si la aspiración del entrenador aficionado es llegar a dirigir más temprano que tarde un equipo profesional, el camino de este nuevo aspirante debe comenzar por categorías muy cercanas a la alta competencia o como asistente técnico de un club profesional.

En las categorías menores, definitivamente, se necesitan, más que directores técnicos, ENTRENADORES-Formadores, preparados, ilustrados, capacitados, para que sigan existiendo tuertos en el país de los ciegos...
agarizabalo@hotmail.com

Publicado en El Heraldo Deportivo, Octubre 2 de 2007.
Publicado en la Revista del Deportivo Cali, Mayo. 2007.

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