sábado, 29 de marzo de 2008

CARTA A NUESTRO HIJO

Por: Agustín Garizábalo Almarales

Amado hijo:

Queremos que sepas que no llegaste por un accidente. Que tu traída fue planeada. Que al principio, después del matrimonio, con tu madre decidimos que esperaríamos unos dos o tres años mientras nos organizábamos económicamente para dar ese paso tan trascendental: traer un hijo a nuestras vidas.

Un hijo hermoso como fuiste desde el primer momento, como habíamos anhelado. Y todos los días le agradecemos a Dios por habernos premiado con tu compañía, con tu sonrisa y con tus ocurrencias. Porque, mientras estudiamos y escogemos la manera de orientarte por el mejor camino, nosotros también hemos tenido la valiosa oportunidad de crecer a diario.

Pero queremos que sepas también, hijo, que desde nuestra perspectiva de padres es muy difícil para nosotros ser objetivos, mira si nos cuesta. En ese afán por quererte más, se presentan situaciones y momentos donde nos toca discutir qué es lo más conveniente aunque no siempre lo ideal. Tan sólo porque no nos gusta verte llorar, no nos gusta verte sufrir.

¿Tú crees que es nuestra intención darte lata cuando insistimos en que hagas o dejes de hacer ciertas cosas? No, hijo. Nos ha tocado tragarnos muchos sapos, nos ha tocado contenernos para no ayudarte, para no hacer muchas tareas por ti. Eso sería lo fácil. Al final, y eso lo hemos aprendido en los talleres de orientación familiar, lo que queremos es que tomes tu propia vida en tus manos, que aprendas a decidir por ti mismo, que formes día a día tu carácter. No importa que estés así de chiquito. Sabemos que la única forma de que lo asumas algún día es dándote la oportunidad de que lo hagas. Que ensayes, que te entrenes en el acierto y el error.

De modo que cuando te decimos, “mijo, vaya y hable con su profesor”, no te estamos dejando solo. Cuando te exigimos que hagas tus tareas, aunque con una que otra pista te ayudamos, estamos buscando que tú mismo encuentres las respuestas. Cuando te dejamos llorar porque quieres irte para la calle con tus amigos y entonces decidimos que no, que no son convenientes ciertas compañías, que algunos sitios y cierta música son hasta peligrosas, y que ciertas modas son vacías y atentan contra tu persona, no pienses que somos felices fastidiándote con eso.

No, no es fácil, hijo. Muchas veces, cuando no sabemos qué hacer, nos hemos quedado hasta muy tarde en la noche tratando de encontrar cuál es el camino correcto en los momentos de crisis. Y nos toca llamar a viejos amigos que pueden darnos luces o a algunas parejas de padres que han podido estar en situaciones similares. También hemos tenido que leer mucho, investigar, meternos en la Internet buscando una orientación y hasta, a veces, hemos recurrido a tus abuelos.

Por eso te decimos que es tu obligación estar pendiente de tus propios útiles. Ah, ¿qué te gusta el fútbol? Bueno, mijo, aprenda cómo ser buen futbolista no sólo en la cancha, sino también en la casa. Entendemos que los mismos deportistas tienen que aprender a lavar sus uniformes, limpiar sus zapatos y organizar sus maletas. Eso los hace más comprometidos. Y que su verdadera responsabilidad es la de adquirir hábitos sanos con respecto a la comida, el entrenamiento y el descanso sin descuidar los estudios.

Y no creas, no creas que cuando te acompañamos a los partidos y estamos por allá sentados, como tan tranquilitos, no creas que no nos gustaría meternos a gritarles también a los árbitros como hacen otros padres o ir a reclamarle a tu profesor cuando no te mete a jugar y tú dices que por rosca, pero acordamos que ese es tu espacio para entrenarte en la vida. Hemos aprendido que el fútbol es un simulacro de la realidad y la realidad es dura, muchas veces injusta, muchas veces incierta.

¿Recuerdas aquella vez cuando ese niño del equipo contrario te agredió tratando de quitarte la pelota? Bueno, te cuento que sentimos el impulso de saltar la malla para ir a defenderte. ¿Qué se ha creído ese pelao, ah? Pero entonces nos preguntamos si era apropiado lo que íbamos a hacer; afortunadamente decidimos que no. Ya nos habían dicho que este deporte es así: hay fricciones, golpes, insultos. Y nos tocó contenernos y esperar que tú procesaras ese conflicto, que elaboraras ese duelo. Al final, vimos con lágrimas contenidas cómo enfrentaste ese momento, cómo fortaleciste tu carácter, cómo manejaste con entereza ese episodio infortunado. Por algo te hemos contado que el filósofo Platón insistía en no cometer injusticias, aun cuando con él se cometieran.
Y no negamos que hemos querido sacar pecho cuando haces un gol que gana un partido o si te han elegido el mejor jugador de la cancha. Pero entonces, hemos considerado mejor ser prudentes y guardamos esos excesivos elogios y exhibiciones inciertas para más bien darte unas palmaditas en la espalda, unas breves pero contundentes palabras y tu mamá corre a casa a prepararte ese estofado de pollo que tanto te gusta.

No te imaginas lo que hemos discutido en largas noches con tu madre, si es conveniente invitar a almorzar al profesor o de pronto hasta ayudarlo con una platica, como nos han dicho que hacen otros, para que te tenga en cuenta y te mire con otros ojos. Pero no, ¿Qué le vamos a enseñar a nuestro hijo? ¿Que en la vida hay que estar comprando los favores? No señor. Que él mismo se gane sus espacios por mérito y esfuerzo. Por ahí leímos, en estos días, un artículo donde expresaban que la Paciencia es el arte del ganador. Que nada de afanes, que crecer significa saber esperar mientras se trabaja con calma pero con tesón.

Hijo, nuestra verdadera intención es la de que te des cuenta cómo viene la vida. Que consigas tus propias armas para defenderte. Que el don más preciado es adquirir la suficiente tranquilidad de espíritu que te permita disfrutar lo que la vida te ofrece, sin mayores angustias, y alcanzar ese estado de goce que algunos llaman felicidad. Que no es necesario usar la violencia prácticamente para nada, que el tema viene por otro lado, que los conocimientos que adquieras por tu propia curiosidad e iniciativa, nadie podrá quitártelos jamás.

Nuestro deber es estar ahí, acompañándote, orientándote, esperándote cuando te retrases en el camino. Nuestro amor tiene que manifestarse especialmente en la forma de conducirte con amabilidad y paciencia hacia tus propias metas. Así que, por eso te estamos entregando las llaves, hijo, para que seas tú mismo desde ya, quien conduzca poco a poco el carro de tu apreciada vida.

No estaremos tranquilos hasta cuando no te veamos asumiendo tus propias decisiones. No importa que muchas veces te equivoques, tranquilo, para eso estamos nosotros, para enderezar el camino mientras tanto. Pero, permítenos entrar, permítenos acercarnos, poder darte nuestra opinión, discutir contigo ciertas elecciones.

No sabemos, finalmente, en qué carrera te vas a consolidar ni qué rumbo tomará tu vida. Nos gustaría, eso sí, seguir apoyándote para que alcances ese sueño de ser un futbolista profesional, pero quién sabe, nadie sabe. Lo importante es que puedas emprender una actividad donde seas útil a los demás, donde adquieras el compromiso de servir con agrado.

Y vete tranquilo, hijo, que no nos debes nada. Sólo vive tu vida lo mejor que sabes, lo mejor que puedas. Que ese será el más caro premio que nos conceda Dios.

Publicado en El Heraldo Deportivo, Marzo 4 de 2008.


No hay comentarios: