viernes, 28 de marzo de 2008

EL ARTE DEL GANADOR


Por. Agustín Garizábalo Almarales



“Si vas a emprender el viaje hacia Itaca,
pide que tu camino sea largo,
rico en experiencias, en conocimiento”
- Costantin Cavafis

Que la Paciencia es el arte del ganador, han dicho algunos sabios de la historia. Pero la práctica contradice este principio, si de los jóvenes actuales se trata. Como nuestro tema base es el fútbol, hablemos hoy de ese terrible desespero de los aspirantes a futbolistas (y, por supuesto, del de sus padres).

Es que quizás el fútbol ahora resulta una actividad tan promocionada que se ve como algo demasiado fácil. Se llega a pensar que es suficiente con sólo tener un dinerito, un buen contacto, la famosa “palanca” que se dice, y bueno, ir a probarse. Todos sueñan con emprender ese gran viaje, que no es el de Eneas o el de Ulises, pero no exento de los mismos grandes peligros.

Pero, estimados amigos, está demostrado lo devastador que resulta atreverse al éxito sin la preparación adecuada, sin haber cumplido la cita con el yunque y la fragua. Chopin no sólo compuso hermosas melodías clásicas, también nos regaló esta joya:

“El espíritu humano debe fortificarse en la lucha. Toda dificultad
eludida será un fantasma que perturbará nuestro reposo”

De manera que el primer episodio de esta empresa tiene que ser el aprendizaje minucioso para enfrentar las dificultades; sin este antecedente, no hay ninguna garantía. Los muchachos quieren triunfar pero sin prepararse antes. Quieren el jugo de caña pero sin usar el trapiche. Veamos lo que nos comenta el ingeniero peruano Luís Baba Nakao, en su documento “Hijos Triunfadores”:

En este mundo actual lo determinante para triunfar será el CARÁCTER, no necesariamente el conocimiento, como muchos pudiéramos creer. Tener temple, salir de fracasos adecuadamente, hacer de los fracasos un desafío y no una tragedia... eso será lo que buscarán los seleccionadores de personal”

Si este concepto también es válido para el fútbol, ¿por qué entonces ese afán por una oportunidad para ir a mostrarse, cuando primero habría que armarse bien, moral y físicamente, para emprender con posibilidades esa lucha?

Son proverbiales las angustias de los padres empeñando un televisor aquí, prestándole al “cobradiario” alla, pelándose la cara con los familiares y amigos para hacer una recolecta como si fuesen a pagar la factura de una clínica, porque, claro, al pelao hay que apoyarlo y se le presenta ahora una oportunidad para viajar con otros diecinueve muchachos con un profesor que tiene unos contactos en Medellín, Cali y Bogotá y se van de correría. Por supuesto que viajan los que pongan la platica. No importa si algunos tienen seis meses que no entrenan, no importa si el pelao es suplente en su equipo de liga, no importa si nunca ha estado en una selección o en un torneo de alto nivel. Y todo esto termina hasta convertido en un chiste: la gente empieza a burlarse en las canchas de que viajaron veinte y regresaron veintidós, que aprovecharon y les embarcaron a dos que estaban por alla atollados, y se rumora, no se sabe con que intención, que al que le quedó un buen billetico fue al profe. Lo cierto es que de esas Odiseas son muy pocos los que finalmente terminan consolidándose en algún club de importancia.

Aclaremos: no estamos en contra de que algunos aprovechen la oportunidad de buscar nuevos horizontes en otras latitudes, ni más faltaba. Lo que no compartimos es la manera apresurada e irracional como pretende hacerse. No puede un muchachito, en muchos casos delicaducho y enjuto, pasar fugazmente por una selección departamental o mostrar algunas condiciones más o menos interesantes, cuando ya los dueños de su pase (léase: directivos del equipo y los padres) deciden que vale algunos millones y la salida mesiánica es mandarlo a un equipo del interior del país. Incluso, ya es una práctica común entre los dueños y técnicos de los equipos de fútbol aficionados, seducir a las nacientes figuras, haciendo alarde de sus contactos y amistades con magnates y empresarios estelares, y hasta de Italia hablan.

¿Qué ocurre entonces?... Los envían a una aventura no muy afortunada; llegan a otras ciudades sin ninguna previsión, siendo mal recibidos, desatendidos y, en otros casos, ignorados. Comen mal, duermen apiñados sobre el piso en pensiones de mala muerte o en fincas sombrías y plagadas de mosquitos, obligados a demostrar sus verdaderas condiciones futbolísticas en situaciones desventajosas, participando en varios partidos de prueba continua, exigiéndose al máximo, llegando al límite de lo soportable. Y a los pocos días, muchachos, muchas gracias. Regresan con sus ilusiones rotas, fastidiados y desmoralizados.

“Muchos son los llamados, pocos los escogidos” dice la Biblia. Algunos no vuelven a salir de sus casas o no van a entrenar por varios días. Y ojo, si uno se pone a mirar en los equipos más cercanos de la primera C, por ejemplo, se encuentra con una cantidad de muchachos que tienen muchas horas de viaje, porque han recorrido casi todo el país en esa incesante búsqueda, e incluso, hasta algunos países extranjeros, y todo para tener que comenzar de nuevo a la vuelta de su casa.

Es que llegamos a creer que todo aquél que pone un buen pase, hace un gol o un amague, ya debería ser futbolista profesional. Y para ello, como ya hemos dicho en otras notas, se requiere de mucho más; el problema es que ahora todos quieren: jugadores, padres de familia, dueños de equipos, empresarios. Ven codiciosos las bondades económicas, la fama, la inmortalidad. Probablemente por vender esta idea estamos frustrando a muchos jóvenes que podrían tener futuro en otros deportes o en otras actividades. Si no estamos seguros de que el joven está bien preparado o de que tiene condiciones excepcionales, no lo embarquemos en esa aventura estúpida donde puede terminar arruinada su capacidad para soñar.

Con frecuencia les digo a los jugadores a los que les hago seguimiento de veeduría:
No se afanen muchachos, hay un momento exacto en que el jugador puede mostrarse. Dejen la ansiedad, dejen las dudas. Cuando se entreguen a su labor diaria, cuando se concentren religiosamente en lo que tienen que hacer, seguramente se llevarán una agradable sorpresa…

Pero háganlo con la prisa que tiene la flor para abrirse. Háganlo con la lentitud extraordinaria del crecimiento de una espiga. Recordemos a Martin Luter King: “Da tu primer paso con fe, no es necesario que veas toda la escalera completa, sólo da el primer paso”
O este bello fragmento extraído de Cartas para un joven poeta, de Rilke:

“(…) no calcular, no contar, sino madurar como el árbol que no apremia su savia, mas permanece tranquilo y confiado bajo las tormentas de la primavera, sin temor a que tras ella tal vez nunca pueda llegar otro verano. A pesar de todo, el verano llega. Pero sólo para quienes sepan tener paciencia, y vivir con ánimo tan tranquilo, sereno, anchuroso, como si ante ellos se extendiera la eternidad. Esto lo aprendo yo cada día. Lo aprendo entre sufrimientos, a los que, por ello, quedo agradecido. ¡La paciencia lo es todo!”

Y entonces, ¿cuál es el desespero?


agarizabalo@hotmail.com

Publicado en El Heraldo Deportivo, Febrero 26 de 2008.

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