martes, 20 de abril de 2010

LUIS FERNANDO MURIEL (1)


Viaje al Semillero (Segunda temporada)

Por: Agustín Garizábalo Almarales

En junio de 2006, durante el torneo ASEFAL de Barranquilla, el profesor Jorge Cruz, técnico del equipo prejuvenil del Deportivo Cali, me dijo que le había llamado la atención el número 9 de la Escuela Barranquillera. “Hágale seguimiento, profe, me interesa”, me dijo. Por la noche, estuve de visita en el hotel donde estaba El Cali y le dije al propio Cruz que a ese muchacho lo conocía desde los nueve años, que era buen jugador, pero que en ese momento todavía estaba inscrito oficialmente con Junior, si bien en ese torneo amistoso estaba reforzando a la Escuela Barranquillera. 


La labor de veeduría a veces resulta sencilla, todo es  evidente,  las piezas encajan  y es fácil armar el rompecabeza. Pero, a veces no. Cuando yo dirigía a la Escuela Barranquillera, enfrentábamos a la 
Escuela de Santo Tomás, del señor Plácido Díaz y ahí estaba Luís Fernando Muriel. Era un gordito, cachetón, un poco estático, pero tenía la virtud de que, cualquier pelota que quedara por ahí rodando o mal puesta en el área, la mandaba a la red. Le decían Valenciano y lo peor del caso es que él se lo creía. Dos veces nos hizo goles en partidos muy cerrados y me fastidiaba que nosotros pusiéramos el fútbol, pero, faltando pocos minutos, le caía al "cachetoncito" y nos cobraba. Hablamos con don Plácido, dueño de esa escuela,  para que lo enviara a la nuestra, porque íbamos a participar en un torneo nacional. Y don Plácido, encantado, nos dijo: “No faltaba más, profe. Usted sabe que siempre le estaré agradecido” Me lo dijo porque su hijo, el profesor Fernel Díaz, trabajó varias veces conmigo, como asistente técnico en las selecciones Atlántico.


Pero, sorpresivamente, para la siguiente temporada, Muriel apareció jugando con  Junior. El profesor Álvaro Núñez, que era técnico de las inferiores de ese club, hizo su trabajo y habló directamente con los papás del pelao y nos dejó viendo un chispero. A partir de ahí, como es lógico, le perdí la pista al entonces “gordito”.


La misma tarde en que el profe Cruz me dijo que le hiciera seguimiento, hablé con  Álvaro Núñez, quien, en ese momento, trabaja con la Escuela Barranquillera. Y me contó la historia: Que al principio le había ido bien en Junior, pero después se lesionó  y quedó marginado por un tiempo, se engordó y tuvo  inconvenientes para los pasajes, se perdió del mapa y, como el mismo Muriel lo reconoce,  “se dedicó a la joda” en el pueblo, y pensó, en algún momento, que no seguiría jugando fútbol competitivo, sino apenas las “recochas” en la cuadra.


Cuando Álvaro Núñez, siendo técnico de la Barranquillera, fue a buscarlo a su casa (cuenta la leyenda que cuando Muriel vio llegar a Nuñez en su moto, corrió y se escondió debajo de la cama), Luís Fernando se resistió bastante,  ya no le parecía  muy atractivo  volver a entrenar y bajar de peso. Además, debían resolver lo de su vínculo con Junior. 
No fue fácil; el papá y un colaborador de la Escuela Barranquillera (Fajid Villanueva), se encargaron de esa gestión, que fue engorrosa,  porque algunos técnicos y funcionarios del Junior, no estaban de acuerdo en que se fuera de sus divisiones y menos después de haberse destacado en el torneo ASEFAL. Finalmente, en septiembre de 2006, fue inscrito oficialmente con la Barranquillera en el torneo nacional. 


Entonces cumplí el encargo de Jorge Cruz: Fui a verlo entrenar en la Escuela Barranquillera, observé varios partidos del torneo Nacional categoría 91, que ese año lo organizó la Difútbol, (recuerdo un partido en el Moderno, que ganó la Barranquillera 16 a 0 y Muriel hizo 11 goles, bajo un torrencial aguacero). Fui a  Santo Tomás y hablé con los padres, conocí a sus hermanos y vecinos, algunos me conocían, empezamos a hablarle y a organizarlo, y me llevé una grata sorpresa: En el año 2007, contra todos los pronóstico, el profesor Alex De Alba lo llamó a la selección Atlántico Juvenil (categoría 89), siendo dos años menor.


Como la final de selecciones juveniles había sido en Medellín, sugerimos que, en lugar de regresar a Barranquilla, se desplazara
 vía terrestre a Cali, a una pasantía. Así se hizo, y durante dos meses, fue observado y valorado por los distintos profesores, en cabeza de Jorge Cruz y Abel Da Graca, director de menores del Cali en ese entonces.  Diagnóstico: el jugador pasó la prueba y debía regresar a vincularse al Club en enero del 2008.


Como ya lo dije, la veeduría es algo muy complejo, porque, en ocasiones, dependemos de las casualidades. Como pasó con Freddy Montero, cuando iba entrando al estadio Moderno y el periodista Cheo Feliciano, me preguntó si había visto al número 17 de la Escuela Toto Rubio. Como pasó con Gustavo Cuellar, cuando llegué inesperadamente por una cancha, y como pasó esta vez con Muriel, que el click me lo da Jorge Cruz. Nunca se sabe, por eso siempre hay que mirar. “El fútbol es lo que puede pasar”, dice Juan Villoro. Lo importante es estar ahí, digo yo. Por eso, cuando alguien viene y me pregunta cuál es el próximo jugador que llevaré al Deportivo Cali, siempre respondo: “Quién sabe. Yo no adivino, sólo espero”.


Al final, es la resultante de un trabajo de acompañamiento personalizado, de seguimiento riguroso, de llenarse de razones, día a día, torneo a torneo, ver a los potenciales jugadores en situaciones críticas, ponerles metas, objetivos individuales, transformar sus maneras de pensar. Siempre digo a los posibles opcionados: “Es tu proyecto y nadie te va a ayudar, todo tienes que conseguirlo por tus propios medios, a pulso, lento pero constante y eso es lo que te va a fortalecer el carácter, que, en últimas, en estas épocas altamente competitivas, es lo que marca diferencia entre los que triunfan y los que fracasan”.

Continuará...

1 comentario:

bairon albeiro moreno dijo...

que lastima que se nos va el goleador, pero confiamos en el profesor garizabalo sacara muchos mas goleadores de este tipo