martes, 20 de abril de 2010

EL TALENTO NO ES SUFICIENTE (Segunda parte)


Por: Agustín Garizábalo Almarales


Cuando el gerente del Deportivo Cali, era Marco Antonio López, a raíz de una columna publicada, me hace llegar la siguiente inquietud: “¿Puede existir consagración sin vocación?” Esto, porque le resultaba muy tenue el límite entre una y otra. “La vocación – dice- es definida como la inclinación o afición a una actividad y la consagración como la entrega o dedicación exclusiva al asunto. ¿Es perentorio que se cumplan ambas condiciones o pueden presentarse por separado?” Interesante.

Vamos a intentar una breve dilucidación al respecto:

Hay jóvenes que tienen vocación, es decir, les gusta el fútbol, sueñan con triunfar en ese deporte, no piensan en más nada sino en eso, son capaces de dejar la familia, la novia, lo que sea, para ir detrás de ese sueño, pero NO ESTÁN ORGANIZADOS, les falta adquirir esos hábitos personales que les garanticen el éxito. En cualquier momento, a pesar de sus enormes deseos, fallan o no alcanzan sus máximos logros por problemas de disciplina, por deficiente alimentación o descanso y de repente nos vemos frente a un jugador con mucho talento, con muchas ganas, pero con desventajas físicas o morales que lo conducen al fracaso tarde o temprano.

Y puede ocurrir -conozco algunos casos- que muchachos muy consagrados, es decir, disciplinados, organizados, se levantan temprano, comen bien, descansan suficiente, son enfermos en el cumplimiento de las reglas, pero, analizándolos bien nos damos cuenta de que están ahí y hacen lo que hacen más por complacer a sus padres, quienes son los que le han metido en la cabeza que sea futbolista.

No obstante, siendo unos consagrados, tienen poca vocación y así, en cualquier momento, ante la más mínima dificultad (que no lo pongan a jugar o no lo inviten a un viaje, por ejemplo) se retiran aduciendo problemas de roscas y otras hierbas, pero lo que ocurría en el fondo era que no estaban totalmente convencidos. Pese a que su organización personal indicaba que el muchacho iba bien, de repente nos vemos ante un chico que reniega del fútbol por razones más o menos triviales y, seguramente, por esa misma falta de vocación y disposición, no será capaz de volver a intentarlo.

En conclusión, la vocación tiene que ver con el sentimiento y la consagración con el comportamiento.

En cuanto a la primera condición propuesta en el artículo anterior (El Talento no es suficiente), para configurar esa base sólida como una mesa de tres patas (las otras dos son la vocación y la consagración), en nuestro medio se suele confundir ese don o talento con la habilidad para manejar el balón. No obstante, para quitar la pelota también es necesario gozar de un talento especial, lo mismo que para actuar de arquero.

No es suficiente el dominio del útil. Es frecuente encontrar en los semáforos de las ciudades a malabaristas completamente desconocidos que hacen lo que quieren con el balón y uno se pregunta: “Vé, ¿y este dónde jugó?” Si se pone a indagar descubre que no jugó en ningún lado o pasó brevemente por algún equipo de reserva, y aunque su cualidad exclusiva era el dominio del balón, no le alcanzó para jugar. Ya dijimos que el talento tiene que ver más con la forma de resolver cada situación del juego, las decisiones que se toman en las diferentes jugadas. Por supuesto que gozar de una riqueza técnica hará más económica y eficaz cualquier resolución, pero esa simple condición no alcanza.

Por último, es un paradigma cultural creer que lo justo es darle a todos por igual, cuando debería ser que cada quien reciba lo que se merece o necesita. Es increíble, pero no por ello menos cierto, lo que ocurre en las casas de nuestros futbolistas cuando las madres sirven la comida. Va uno de los hijos y pregunta: “¿Cuál es la mía?” La madre responde con toda sinceridad: “Cualquiera, igual todas tienen lo mismo”. Pero, nuestro futbolista acaba de regresar después de dos horas de entrenamiento y una hora de viaje y ha tenido un gasto mucho mayor que la hermanita o el hermano que se quedó en la casa durmiendo toda la tarde. ¿Cómo pueden comer la misma cantidad los que practican un deporte que los que no tienen exigencias físicas?

El deportista debe tener una dieta especial, en cantidad y calidad. Esa falta de compensación entre lo gastado y lo recibido, es lo que hace que veamos a casi todos nuestros jóvenes futbolistas flacos y bajos de peso, y si a eso le sumamos la fatal costumbre de sólo tomar agua cuando se tiene sed, pues la deshidratación y la desnutrición están a la orden del día en esos muchachos. El cuento aquí es cómo convencer a las madres de que el joven que está entrenando (“sabroso él”, dicen sus hermanos) debe recibir una alimentación privilegiada para poder equilibrar sus recursos físicos. Seguro que a la pobre vieja le hacen un mitin los otros hijos exigiendole la tábula rasa.

En todo caso, para simplificar, tenemos que agregar que no hay una fórmula infalible. Nadie, ni el más experto, puede garantizar, en un cien por ciento, que teniendo o haciendo esto o aquello se vaya a llegar a una instancia de alto rendimiento. Ese misterio es lo bonito de este trabajo.

agarizabalo@hotmail.com

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