Por: Agustín Garizábalo Almarales
Durante la competencia todo acto que hagamos debe tener un sentido. De hecho, cada acción puede convertirse en una señal, en un lenguaje. ¿Qué transmitimos con un gesto, una actitud, unas palabras? La comunicación eficaz resulta un arma poderosa si se sabe utilizar de manera oportuna.
Desde el mismo momento en que un entrenador se aparece en la cancha, por ejemplo, está enviándole a su equipo una serie de señales y códigos que serán fundamentales en su manera de comunicar, lo que se conoce como “El lenguaje de los gestos”. No es lo mismo llegar después que los jugadores, que estar ahí cuando ellos lleguen. No es lo mismo aparecerse bien vestido -incluso, con el uniforme de presentación del club- e irradiando un discreto perfume, que con una barba de tres días, oliendo a tigre o enguayabado.
Igual: No es lo mismo que los jugadores se presenten a la cancha como sea, unos en chancletas, otros en camisillas o en bermudas, otros ya listos para jugar, que si todo el equipo viene con su uniforme de presentación. No es lo mismo que vayas a hacer la charla técnica y tengas a todo tu grupo reunido, a que, faltando unos minutos, todavía algunos muchachos no hayan llegado. En esos simples detalles se empieza a ganar el partido.
Y después, el discurso: ¿Qué les vas a decir a tus jugadores? ¿Ya lo pensaste? ¿Desde cuándo preparaste tu libreto? Yo creo que la charla técnica debería empezar a hacerse desde el primer día de entrenamiento. Ese primer día, por supuesto, hay que hablar del partido anterior y hacer la evaluación del desempeño de cada quien, pero, inmediatamente, iniciar el Montaje Operativo del nuevo juego, como ya dijimos en la nota pasada.
Mecánica del partido: Lo primero es llegar a la cancha con suficiente anticipación y buscar un sitio cómodo donde los muchachos se vayan congregando, especialmente cuando no hay camerinos. No es bueno que cada quién esté por su lado. Mientras los jugadores se uniforman, ese sagrado ritual, alguien -generalmente el preparador físico- tiene que gritar a voz de cuello: “Muchachos, por favor, apaguen sus celulares” (ya sabemos que no hay conversación humana que no sea interrumpida por esos aparaticos) así que, es mejor prevenir y cortar por lo sano.
Después viene la charla técnica; ésta debe ser lo más económica posible, es decir: Pautas claras, recomendaciones precisas. Recordar sólo movimientos claves que se ensayaron en los entrenamientos, anticipar ciertas situaciones que se pueden presentar durante el partido, definir quiénes participarán en las jugadas de pelota detenida, etc.
No es recomendable ponerse a filosofar en ese momento. Ni hablar de generalidades, y menos caer en la torpeza de recordar yerros anteriores. La charla debe ser muy puntual y haciendo las recomendaciones con nombre propio. Lo que quieren saber los jugadores, en ese instante, es qué les corresponde hacer a cada uno.
También son importantes ciertos detalles: la forma en que se deben organizar los deportistas para escuchar la charla. A veces puede ocurrir que llevamos veinte minutos hablándole a un jugador específico y resulta que este muchacho ni siquiera ha llegado ¿Cómo queda uno? Como un zapato. Sugerimos que se verifique, antes de hacer cualquier actividad con el grupo, que todos los integrantes estén presentes y que se acomoden de tal forma que los defensas, volantes y delanteros, queden agrupados por posición; así, cuando vayamos a dirigirnos a alguno, será más fácil ubicarlo.
Y, por supuesto, tenemos que conocer el nombre de cada jugador; no vaya a ser que le pase como a un técnico amigo mío, que cuando daba las instrucciones, antes del juego, le decía el nombre de uno a otro y, a veces, hasta mencionaba nombres que no existían en el equipo. Como para salir corriendo.
En el entretiempo, mientras el entrenador se desgañita tratando de explicar las variantes y estrategias que se utilizarán en la segunda parte ¿Qué hacen los suplentes? Pues están en la cancha jugando al “bobito” en una ronda infantil. Después los meten al partido y estos tipos no tienen ni idea de lo que se ha dicho ¿Culpa de ellos? No señor. Es responsabilidad del cuerpo técnico estar alerta para que todos los jugadores, oportunamente, pongan la debida atención cuando se esté diciendo algo importante.
Un episodio curioso que ocurre en los equipos: Hay jóvenes que por muy lejos que estén dentro de la cancha, escuchan y entienden lo que les estás tratando de decir. Hay otros, en cambio, que están a medio metro del banco técnico y parece que les estuvieras hablando en ruso. Por eso es fundamental conocer esos detalles e intimidades. Para saber a quiénes tienes que darles las órdenes. Hay otros que te escuchan bien, pero transmiten mal las instrucciones, dicen lo contrario de lo que dijiste. ¡Imagínate! Así que a esos despistados es mejor ni mirarlos.
En todo caso, ¡ojo!, cada vez que le gritas a un jugador alguna disposición táctica lo primero que él hace es decir que sí, que ya entendió y mueve las manos como si estuviera aquietando las aguas de un lago o levanta el dedo pulgar en señal de aprobación… Después, muchos me han dicho que no entendieron ni pío, especialmente cuando su entrenador es de aquellos que narran los partidos, que gritan tanto, que a fuerza de decirlo todo termina por no decir nada.
Antes de iniciar la temporada es conveniente realizar una reunión estratégica con todos los integrantes del equipo, donde se pongan las cartas sobre la mesa y se digan claramente los patrones a seguir. Explicar y definir los objetivos: Lo que se quiere, lo que no puede ocurrir, las normas disciplinarias, la filosofía de juego, las áreas de excelencia que se deben reforzar, y así, con esa información, ir configurando el catálogo de Códigos y Consignas, que viene a ser, a la larga, el manual de convivencia y los mecanismos de acción por los cuales debe regirse el grupo. Siempre será un elemento a favor poder manejar una serie de sobreentendidos, pactos previos, símbolos puntuales, compromisos tácitos, que de eso se trata cuando se arma un equipo: el primer paso tiene que ser ponerse de acuerdo en el qué, cómo, cuándo, dónde y por qué.
Miremos otro detalle que por lo general se desestima: La inducción institucional. Llegan jugadores nuevos al equipo con sus padres de familia incluidos o contratan a un entrenador ajeno a las entrañas del club y no obstante, nadie se cuida de hablarles y contarles cómo son las cosas en ese círculo. Se da por sentado que todo el que llega debe saber, así como por acto de magia, cómo tiene que comportarse en cada situación. Nada más peligroso. Por eso aparecen las equivocaciones, las extralimitaciones y las barbaridades que cometen algunos recién llegados. Muchos de esos errores son más producto del desconocimiento de las reglas que de la mala voluntad de la gente. Y no es culpa de los que llegan, sino de los que ya estaban.
La historia de la humanidad está marcada por los intentos de mejorar deliberadamente la comunicación. Esto nos diferencia de los otros seres vivos. No venga a ser que un simple partido de fútbol, por ejemplo, se nos convierta en una torre de Babel.
Publicado en El heraldo Deportivo el 8 de Julio de 2008
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