jueves, 2 de enero de 2014

LA MUERTE DE UN FORMADOR



Reflexión a propósito del fallecimiento del educador                              José Américo Orbes – 


 Por : Agustín Garizábalo Almarales


 “Alguien tiene que morir
Para que los demás sepamos apreciar la vida” – Virginia Wolf



 ¿Qué es lo que muere realmente cuando muere un formador? Podría decirse que no sólo fenece una persona generosa, sino también una luz, una voz, un discurso. Pero, ¿Realmente acaba todo eso? He aquí la gran prueba de fuego: Qué actitud adoptar ante un hecho así.

Un mal día se apaga la lámpara que nos iluminaba el camino y resulta humanamente natural que sintamos desamparo y vacío; presentimos, confundidos, que se nos extravió la brújula y que jamás volveremos a ser los mismos.

Porque el gran Formador es el contador de fábulas que nos pone a soñar, quien viene a decirnos que en la vida no sólo hay crueldad sino belleza y milagro, quien nos muestra, con su ejemplo, que todo es posible en tanto se luche con entrega y pasión, que no hay arte más hermoso y milenario que volver a empezar día a día con el deslumbramiento y la curiosidad de un niño.


Queda entonces, para nosotros, el compromiso de continuar con ese legado. Lo único que justifica el dolor es que nos mande al diván, nos ponga a reflexionar y nos obligue a mejorar la vida.

El amor no sólo es un sentimiento sino un comportamiento y por ello, el mejor homenaje que podemos hacerle a nuestro educador ido es seguir actuando con el rigor y la calidad moral y humana que él nos dejó como regalo.

Vencer el miedo, superar el dolor, disminuir el drama y, cuanto antes, recuperar la alegría y la compasión ¿Qué fue, si no eso, lo que nos enseñó siempre?

La vida se cansa de enviarnos pistas y señales pero sólo algunos pocos iluminados están en capacidad de descifrarlas. Te agradecemos, Dios, por haber puesto, tan cercano, a alguien con esas dotes y esa vocación de amar.

“Cuando muere un sonero/ nace un lirio blanco”, reza la canción cubana (*). Cuando muere un formador, cultivador incansable, deja un jardín de capullos que está obligado a florecer en todo su esplendor para dar fe de su sabiduría. Será entonces esta la verdadera prueba de nuestro amor por él.

__________________________________________________________________
(*) Testamento de un sonero, autor Andrés Pedroso, Grupo Manguaré.

No hay comentarios: