martes, 26 de agosto de 2008

CARTA AL CALIDOSO DEL BARRIO

Por: Agustín Garizábalo Almarales


el pájaro canta aunque la rama cruja, porque sabe para que son sus alas”
-Salvador Díaz – (poeta mexicano)


"Todos los que participamos de una u otra manera en el fútbol, lo que hacemos es brindarle un servicio a los futbolistas,confiando, quizás, en que algún día ellos retribuyan ese gesto con un comportamiento favorable a la sociedad" A.Garizábalo.

Hola, calidoso:

Queremos agradecerte que juegues para nuestro equipo. Nuestro querido y modesto equipo de pueblo. Los fines de semana la cita obligada es ir a verte a la cancha. Vamos todos, el barrio, la familia completa, hasta el alcalde y su señora. Tenemos que estar ahí porque no se sabe cuándo te vas a inventar una de esas jugadotas que uno después se va a doler el resto de la vida no haberla visto. Descubrimos que te habías metido definitivamente en nuestros afectos cuando el Bebo, con escasos cuatro años, mientras rebotaba la pelota contra una pared y narraba un partido imaginario, utilizaba siempre tu nombre en el momento en que a él se le antojaba celebrar un gol o exclamaba que habías hecho una genialidad en el Santiago Bernabeu. Eres nuestro ídolo.

Pero no sólo por los magníficos goles, tus jugadas de crack, tu elegancia para pisar la pelota con esa zurda, ni porque además nos regalas esa embriagante sensación de saber que si estás de nuestro lado contamos siempre con alguien que resolverá en el área contraria cuando las papas se pongan calientes. Esa confianza extra de pavonearnos en la tribuna sintiéndonos ganadores. Esa seguridad de poseer la llave para abrir todas las puertas. Aquí se mueren todos: a la usanza de los argentinos de Colón de Santafe, nuestro pequeño estadio es el cementerio de los elefantes. Tu nombre, por tanto, es sinónimo de alegría. Invocarlo es nuestro grito de combate.

Eres nuestro ídolo también por todas esas otras cosas que nos das: Te vemos cuando vas para los entrenamientos y pasas cerca de la casa y saludas con cordialidad y se te nota entonces una placidez extrema, un regocijo infantil, una tranquilidad de santuario. Además, sabemos que te gusta entrenar. Qué gran ventaja, hermano. Te mira uno y piensa: “Carajo, este tiene la mitad del camino ganado, mira que no se deja apurar por afanes, mira qué confianza se gasta”. Y entonces resulta inevitable que alguien les diga a los otros jóvenes, parados en la esquina, mirándote abrumados por la admiración o por aquello que se conoce como envidia sana: “Sigan los pasos de ese monstruo, muchachos”

Y somos muy felices cuando te vemos jugar con esas ganas y esa entrega como si actuaras para el Real Madrid. No como otros futbolistas que van y celebran sus goles con la tribuna agitando la camiseta, queriendo mostrar que la aman mucho, y luego, unos minutos después, dicen en una entrevista por radio que su gran sueño es irse a Europa. En unas semanas se los lleva un equipo de aquí mismo de Colombia, eso sí, con más plata, y vuelven a mostrar la camiseta con tanto amor como lo hicieron por acá y uno les coge rabia. Porque son unos faltones. No les creemos, mercenarios, falcionis, vendidos, traidores, por acá no vuelvan, no los queremos porque jamás pusieron el corazón como tú lo haces.

Pero estate tranquilo, calidoso, que si te concentras en lo que tienes que hacer, si eres fiel al compromiso con tu divisa, si no aspiras a más nada que al simple ritual de estar ahí, absorbido por ese partido de ahora como si fuese el último de tu vida, si eres capaz de hacer aflorar todo ese caudal de fantasía que tienes en tu interior y ponerlo al servicio de la alegría de tu barrio, seguramente algún cazatalentos de un equipo grande vendrá a buscarte, porque sabemos que lo que más se aprecia en el fútbol de élite es la capacidad para entregarse como si fueras un iluminado. Ya lo decía un profesor que estuvo por acá: La diferencia entre un jugador normalito y un gran jugador es la regularidad en su rendimiento.

No creas, nadie lo dice expresamente, pero en el fondo todos sabemos que estás condenado a marcharte, que te tenemos prestado, que tendrás que irte algún día a triunfar en otra escuadra poderosa, porque, tocado por los dioses y agraciado por las musas, brillas demasiado para quedarte en provincia, aunque tú sabes que vayas donde vayas seguirás siendo nuestro.

Y por supuesto, que vayas a la selección Colombia, que juegues partidos importantes. Que nos reunamos los vecinos un domingo en el barrio para verte por televisión, que menciones el nombre de tu pueblo, allá, saludos a los habitantes de Perra Perdía, que digas por radio lo mucho que quieres a tu mamá, a tu novia, a tus amigos, los panas, y hasta al Bebo que siempre está rebotando una pelota contra la pared y cantando goles a tu nombre. Qué orgullo un hijo nuestro, dirá el alcalde, hay que hacer una fiesta, maten una novilla, contraten un conjunto vallenato, manden a comprar más ron, saquen los picós y pongan música, esto hay que celebrarlo, no importa que no haya agua potable.

Lo que queremos es que cuando regreses no vengas agrandado, que atiendas a la gente que siempre te saludó, que sigas de amigo de los de la cuadra, no llegues entonces con esas amistades extrañas que aparecen sólo con la fama, aduladores con unos carrazos y brindando whisky, que fulanito de tal y pascual, no señor. Calidoso: no te dejes seducir por los cantos de sirenas, que tu eres y seguirás siendo del pueblo así te ganes un potosí.

Y sigue atendiendo a los niños, como lo haces ahora, háblales, cuéntales todas esas historias de viajes y personajes de leyenda con los que has compartido, descríbeles cómo es el camino, y aprovecha para decirles que coman bien, que se cuiden, que descansen, que la vida es posible vivirla de manera amable cuando se deponen ambiciones mezquinas, cuando lo más importante sea aportarle a los demás y no tener más que los demás.

Que identifiquen sus talentos diversos porque no todos pueden triunfar en lo mismo. Y si eres tú quien viene a decírselos, te van a escuchar. Qué bonito es cuando valoras por igual al zapatero, al carnicero, a la cocinera, al profesor, al policía, al chofer, al embolador, a la enfermera, al agricultor, todos tienen algo que ofrecer. Demuéstrales que se pueden alcanzar logros sin atropellar a los otros. Lo dijo un sabio: “Los grandes hombres se reconocen por la manera en que tratan a los hombres insignificantes”. En últimas, ser útil a los demás es la mejor manera de triunfar. No puede ser que se busque el éxito en una carrera sólo para caer en excesos y despilfarros: De eso es que tienes que cuidarte, calidoso.

Entonces, lo que te pedimos es que sigas con esa tranquilidad de ánimo, con esa disposición y entrega en lo que haces. Sé un modelo de paciencia y bondad. Muestra, ante todo, tu condición humana. Un futbolista también puede enseñarnos que la decencia y la ternura no están en contravía de ese huracán que sale a la cancha.


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agarizabalo@hotmail.com

Publicada en El Heraldo Deportivo el 26 de Agosto de 2008.

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